La luz del sol de la mañana iluminó el apuesto rostro de Chester. Parecía abatido y ansioso. También tenía ojeras debajo de sus ojos.
Shaun pensó que estaba viendo cosas.
Inmediatamente pisó el freno y se frotó los ojos. Solo entonces se dio cuenta de que no estaba equivocado.
“Tú... ¿Por qué estás parado en las puertas de nuestra mansión en lugar de dormir?”.
Shaun se acercó y miró a Chester de manera desconcertada.
Conocía a Chester desde hace más de diez años. Nunca lo había visto en este estado.
Chester siempre había sido elegante y refinado. Se arreglaba hasta en cada mechón de su cabello.
“…Eliza… se quedó en tu mansión anoche, ¿verdad?”. Los ojos enrojecidos de Chester detrás de sus lentes miraron a Shaun con sentimientos complicados. “Quiero verla”.
“No. Cuando bebiste conmigo anteayer, dijiste que la dejarías tranquila y que no la molestarías más”. Shaun sintió que su cabeza estaba a punto de explotar. “Incluso te defendí y dije que eres un hombre de palabra, no eres a