Capítulo 54
Adriana apretó el documento en su mano.
¿Era tan obvio?
Apretando ligeramente los labios, dijo: —No es que te esté suplicando, pero sí hay algo en lo que necesito tu ayuda.
—¿Por qué debería ayudarte?
—Entonces no me ayudes.
Adriana tiró el documento sobre la mesa, se levantó y caminó hacia la cama, levantando la manta para acostarse.
Salvador soltó una risa sarcástica: —¿Señora Silva, es así como pides ayuda?
—¿No es que no quieres ayudarme?
—Te pregunté por qué debería ayudarte, no dije que no quisiera.
Adriana lo miró de reojo: —¿No es lo mismo?
—No, no lo es.
—Entonces, ¿a qué te refieres?
Los ojos de Salvador se apartaron de su rostro y se detuvieron un momento en su clavícula, antes de deslizarse hacia abajo: —Dame una razón para ayudarte.
—Si no quieres ayudarme, lo que diga no servirá de nada, ¿verdad?
—¿Cómo sabes que no servirá si no lo intentas?
Adriana asintió con seriedad: —Entonces, ¿qué necesitas para estar dispuesto a ayudarme?
Salvador no respondió de inmediato y, en s
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