Capítulo 49
—¿Enamorado?
Salvador repitió la palabra con una sonrisa sarcástica. —Te sobreestimas demasiado.
Se levantó de la cama, sostuvo la barbilla de ella y se acercó a su rostro, observándola detenidamente antes de curvar los labios con desdén. —Aunque tienes un cuerpo suave y delicado, hablar de amor es demasiado pretencioso. A lo sumo, podrías considerarte un buen... desahogo para mis deseos sexuales.
El hombre se detuvo un instante, luego añadió con pereza: —¿Una herramienta?
La leve sonrisa en los ojos de Adriana se desvaneció poco a poco. No estaba claro si era por vergüenza o resentimiento, pero su rostro se volvió frío.
Ella apartó su mano de un golpe, tomó su pijama y se dirigió al baño, no sin antes asegurarse de cerrar la puerta con seguro.
Salvador observó cómo se alejaba, su rostro sombrío.
Salió al balcón y encendió un cigarrillo. Su expresión se mantuvo impasible, con una ligera arruga en el ceño que no conseguía disiparse.
Continuó fumando, lanzando miradas ocasionales hacia e
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