Capítulo 43
Pero ella no esperaba que Sergio sacara algo que la obligaría a aceptar bajo amenaza.
Si esos asuntos salieran a la luz, no, ni siquiera necesitarían hacerse públicos; bastaría con que Salvador los viera para que todas las esperanzas en su vida se desvanecieran por completo.
Fuera del hospital,
Salvador estaba sentado en el asiento del conductor, encendiendo un cigarrillo.
Marita tenía razón.
Adriana no se había casado para vivir centrada en él, sino que se había convertido en abogada, manteniendo una cierta competitividad en el ámbito laboral; y era por esa competitividad que, al enfrentarse a él, nunca se mostraba tan frágil e inocente como Marita, que suplicaba por algo de él.
Ella era ingenua, no entendía cuánto podría beneficiarse al actuar de manera lastimosa frente a un hombre.
Pero también era inteligente, sabía que la vida no giraba solo en torno a un hombre.
¿O tal vez, simplemente despreciaba la idea de centrarse en él?
Salvador se sintió irritado, casi ins
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