Capítulo 41
El rostro de Adriana cambió, mostrando cierta incomodidad.
Con las manos cruzadas, le recordó de manera clara y directa: —Salvador, no voy a tener un hijo de un hombre que no me ama.
—¿Y entonces?
—Entonces, si esperas que use el 10% de las acciones que tengo de mi abuelo para apoyarte en la junta de accionistas, estás muy equivocado.
Él soltó una risa sarcástica, con un tono lleno de arrogancia: —¿Quién puede prever lo que pasará en el futuro?
...
El Maybach se detuvo frente al hospital.
Salvador arrastró a Adriana hasta la habitación del hospital.
María tenía la cabeza envuelta en vendajes, y sus piernas estaban completamente inmovilizadas. Acostada en la cama, se veía bastante desamparada.
Antes de entrar en la habitación, el médico ya le había informado a Salvador que María estaba despierta.
En ese momento, al escuchar que alguien entraba, ella giró la cabeza con dificultad. Al ver a Salvador, lágrimas de desconsuelo comenzaron a acumularse en sus ojos: —Salvador... ¿viniste?
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