Capítulo 108
Yolanda estaba muy enfadada, y gran parte de su terrible enfado provenía de la compasión: —¿Cómo pudiste regresar ahí?
—Tengo dinero y poder, ¿qué tiene acaso de malo regresar?
Esta era la única razón que Lucía usaba siempre para convencerse a sí misma.
Esperaba que también calmara un poco a Yolanda.
—¿Y tú libertad dónde queda? ¿Acaso ese cabrón de Wálter no te ha obligado a renunciar?
Yolanda no sabía que Lucía seguía trabajando.
Lucía respondió con claridad: —No, ahora tengo mucha libertad.
—No te creo. —Yolanda, frustrada, replicó furiosa: —A menos que vengas esta noche a Residencial Santa Clara a cenar y podamos hablar con detenimiento de esto en persona.
Era evidente que este asunto no se podía resolver simplemente por teléfono.
Lucía pensó por un momento y luego aceptó: —Está bien, nos vemos esta noche.
Tras aceptar la invitación a cenar, Yolanda, sin más preámbulos, colgó apresurada el teléfono.
En dos años, Lucía nunca había hecho planes para cenar con ella.
Esto se debí

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