El Señor Ares miró a la Hermana Trece con frialdad. Su mirada carecía del amor paternal que siempre le había mostrado.
“Sabía que tenías un motivo oculto cuando te mudaste a la familia Ares en aquel entonces. Sin embargo, no esperaba que fueras tan malvada y tuvieras un corazón tan cruel a tan temprana edad. El amor y la adoración de Angeline hacia ti no calentaron tu corazón en absoluto. Para mí, no solo eres un traidor. No tienes corazón”.
La Hermana Trece miró al Señor Ares con perplejidad. Las reprimendas del Señor Ares parecían ayudarla a percibirse mejor a sí misma.
“Lastimaste a mi padre. Lastimaste a mi papi. Por eso endurecí mi corazón y decidí vengarme de la familia Ares”, gritó en voz alta.
El Señor Ares dijo en tono duro: “El karma existe en el mundo. ¿Por qué lo lastimaría si no hubiera secuestrado a mis hijos? No tienes la capacidad de discernir el bien y el mal. Solo te inventas excusas. ¿Crees que estás siendo razonable en este momento?”.
La Hermana Trece sacudió