Capítulo 8
Al escuchar esas palabras directamente de la boca de Bruno, el color se desvaneció del rostro de Alicia.
Abrió la boca, intentando decir algo, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
Finalmente, bajó la cabeza, y el último rastro de luz en sus ojos se apagó.
Justo entonces, el psicólogo llegó para hacer su ronda y preguntar sobre la terapia.
Bruno, con una voz fría como el hielo, rompió el plan de tratamiento: —No necesita terapia. Es puramente celosa, y eso no tiene cura.
Gabriel ordenó de inmediato a su secretaria que llevara a Alicia a la casa vieja.
—Si no puedes soportar a Sofía, mejor separen sus caminos. A partir de ahora, vivirás en la casa vieja y te está prohibido acercarte a ella.
Una enfermera, al escuchar esto, intentó intervenir: —La paciente está gravemente herida, necesita quedarse en observación.
Pero los hombres, como si no la hubieran oído, empujaron a Sofía y se marcharon, dejando solo unas palabras atrás:
—No es necesario que se quede hospitalizada. Llévensela ya, no queremos verla.
Al escuchar su tono despiadado, una sonrisa de resignación apareció en los labios de Alicia.
Sabía que su partida era inminente.
Que no los vería nunca más.
Una vez en la casa vieja, aparte de un sirviente que traía la comida, Alicia estaba completamente sola.
Aún enferma, tenía que encargarse de su medicación y cuidados diarios por sí misma.
Aunque era incómodo, su corazón, inexplicablemente, encontró paz.
Aprovechando un momento libre, Alicia fue a recoger su certificado de inmigración.
Luego, limpió algunos objetos personales que el sirviente había traído días atrás.
A los once años, para ayudar a Gabriel a superar el dolor de perder a Sofía, pasó un mes plegando miles de grullas de papel, cada una con un mensaje: [Gabriel seguro encontrará a su hermana. Yo siempre estaré contigo.]
A los dieciséis, durante las vacaciones de verano, viajó con Bruno, guardando cientos de fotos juntos, pensando en usarlas para recordar esos tiempos cuando envejecieran.
El año que se graduaron, los tres fueron a un templo a rezar. Le preguntaron a Alicia si siempre estaría con Gabriel, si ella y Bruno estarían juntos para siempre, y después de muchos intentos fallidos, finalmente obtuvieron un augurio muy favorable.
Ella arrojó todo lo relacionado con ellos al basurero.
Al darse la vuelta, vio a Bruno y Gabriel.
Los hombres, al ver lo que había tirado, se sobresaltaron.
—¿Por qué tiras estas cosas?
—Objetos sin valor. ¿Para qué guardarlos?
Al oír la respuesta de Alicia, la expresión de ambos cambió.
Habían ido ese día para ver si ella reconocía sus errores.
Si estaba dispuesta a disculparse con Sofía, planeaban comprarle una villa cerca para reubicarla.
Pero al ver su reacción, ambos se mostraron serios:
—¿No sientes que has hecho algo mal por lo que deberías disculparte?
Alicia los miró fijamente durante un largo momento antes de contraatacar: —Entonces, por favor, díganme, ¿por qué debería disculparme?
Gabriel tomó aire profundamente y enumeró sus supuestos errores.
—Empujaste a Sofía por las escaleras, la tiraste a la piscina, competiste con ella por la plaza en el Conservatorio de Ritmos del Sur.
Alicia permaneció impasible ante cada acusación, y simplemente respondió:
—No diré lo siento, porque quien debería disculparse por todo eso es Sofía.
Al ver que ella seguía difamando a Sofía, Bruno frunció el ceño:
—Si esa es tu actitud, entonces nuestra boda se pospondrá indefinidamente, hasta que te disculpes.
Dicho esto, los dos hombres se marcharon con determinación.
Antes de irse, arrojaron un enorme paquete desde el carro.
Alicia se acercó y descubrió que era el maniquí que había comprado.
Después de verificar que no había sido abierto, respiró aliviada.
Cuando oscureció, tenía todo listo para irse, realizando tres cosas.
Primero, contactó al operador de la gran pantalla en el centro de la ciudad para enviar la cadena con la cámara oculta, solicitando que las imágenes de Sofía lastimándola y difamándola se reprodujeran en bucle durante tres días y tres noches.
Segundo, envió un mensaje a Bruno y Gabriel.
[¿Querían que me disculpara? Ya grabé un video de disculpas. Pronto lo verán en el centro de la ciudad, especialmente preparado para Sofía.]
Tercero, comenzó a organizar un vuelo chárter.
—Señorita Alicia, ¿para qué vuelo desea hacer la reserva?
Justo cuando iba a responder que sería para el día siguiente, vio a Sofía.
Ella y un grupo de matones bajaron de un carro, vertiendo decenas de bidones de gasolina alrededor de la villa.
Dándose cuenta de lo que planeaban hacer, Alicia rápidamente preguntó por el vuelo de esa noche.
—Solo hay un vuelo a Europa a la una de la madrugada. ¿Confirma que quiere un chárter?
Alicia confirmó sin dudar, y luego tomó un taxi.
Antes de que Sofía pudiera actuar, colocó rápidamente el maniquí en la cama.
En el momento en que las llamas comenzaron a elevarse, tomó su maleta y salió por la puerta trasera hacia el taxi.
Mirando en el espejo retrovisor cómo el humo se elevaba, el conductor, asustado, preguntó:
—¿Es esa su casa en llamas? ¿Deberíamos llamar al 112?
Alicia simplemente sacudió la cabeza y dijo:
—No. Lléveme al aeropuerto. Tengo que tomar un vuelo a la una.
Bajo las luces amarillas de la calle, el taxi azul-verde se alejó rápidamente, desapareciendo en la oscuridad.