Capítulo 29
Cuando no había nadie alrededor, los labios de Inés dibujaron un arco irónico mientras retiraba su mano, y dijo con una risa fría: —José, incluso Nancy puede ver que te gustan los niños.
—Pero después de cada vez que tenemos sexo, siempre me haces tomar la píldora anticonceptiva. ¿No te parece gracioso?
—Al final, crees... que no soy digna de tener tus hijos.
—Te sugiero que te divorcies de mí pronto, así el hijo de Belén podría tener un nombre legítimo.
José miró a Inés con una expresión de resignación: —¿Qué tontería estás diciendo ahora?
Esta mañana estabas contenta con ese contrato.
¿Por qué estás enojada ahora?
El corazón de Inés se sintió de repente herido, un dolor profundo y constante.
—¿Crees... que estoy loca?
Preguntó Inés con una risa fría y una mirada de incredulidad.
José contestó: —¿Acaso no?
Inés se sintió desfallecer: —Si tú piensas que estoy loca, entonces lo estoy.
En ese instante, ambos llegaron a la puerta del estudio de Abuelo Adrián.
Inés reprimió sus emociones
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