Capítulo 127

Este pensamiento vergonzoso pasó fugazmente por mi mente y, de inmediato, mi rostro comenzó a ponerse rojo. Manuel seguía sentado a mi lado, cortando una manzana con un cuchillo pequeño, que parecía muy caro y delicado, haciendo rebanadas perfectas. Seguí mirándolo, porque no quería arruinar esa imagen tan hermosa. Un hombre que podría competir con cualquier galán, vestido con una camisa blanca que brillaba como la luna, cortando la manzana con seriedad, luego, viendo cómo sus manos, que podrían firmar contratos de miles de millones de dólares, me alimentaban... Lo observaba fascinada. Manuel ya había cortado la manzana y, con un tenedor plateado, levantó un trozo y lo acercó a mi boca. Abrí la boca obedientemente y probé la manzana más deliciosa que jamás había comido. Manuel me sonrió suavemente y continuó dándome de comer. Yo, sin ser tímida, abría la boca, comía y volvía a abrirla. Finalmente, Manuel dejó de darme de comer. Tomó una toallita húmeda y me limpió la boca. Sonreí y, ha