Capítulo 108
Sentí un escalofrío en el corazón y retiré la mirada.
Parece que Alberto entendió lo que pensaba. A propósito, exhaló una bocanada de humo hacia mí y luego les dijo a los tres: —Vengan, vamos a jugar unas manos.
Miré a Anita en busca de ayuda. Anita, con los hombros encogidos, dio un suspiro de resignación.
El juego comenzó. Las largas manos de Manuel movían las cartas especiales de color negro y dorado, transmitiendo una sensación inexplicable de lujo.
—Tres.
Manuel soltó una carta sin mucho interés y, entrecerrando los ojos, dio una calada a su cigarro.
—¡Jajaja, gané, gané!
La persona frente a él frotaba las manos, celebrando con entusiasmo.
Alberto, entre risas, los regañó: —¡Qué fácil! Toma, tómalo.
Luego siguió con el conteo de las cartas y el barajado. Vi cómo Manuel tiraba un fajo de dinero con total naturalidad.
¿Está apostando tanto? Me rasqué la cabeza, confundida.
Manuel me miró: —¿Lo entendiste?
Negué con la cabeza: —Nunca he aprendido a jugar.
La persona frente a mí rió:

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