Capítulo 22
—Señor Alberto, te he estado esperando media hora.
Alberto llegó pedaleando su bicicleta hasta el Residencial Cielo y Paz, y apenas había asegurado la bici cuando Sergio corrió hacia él.
Sergio monopoliza al menos el sesenta por ciento de los locales de entretenimiento de Ciudad H, y su sede, el Club Dragón Brillante, es uno de los mejores clubes de la ciudad.
Obtiene al menos un millón de dólares de ganancias netas cada mes.
—¿Qué pasa? ¿Has venido a mi casa a cobrar una deuda?
Alberto frunció el ceño y miró brevemente el patio.
—No, no es eso en absoluto...
Sergio sacudió la cabeza asustado.
—No es que no quieras, es que no tienes el valor, ni la capacidad.
Alberto torció la boca con desdén.
—Lo que dice el señor Alberto es muy cierto, frente a usted, solo soy un don nadie, un don nadie insignificante.
Sergio tenía una percepción muy clara de su posición. No podía olvidar la escena de ayer en el Club Dragón Brillante, donde su mejor guardaespaldas, José, un experto en artes marciales
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