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Capítulo 9

Todos en la sala se giraron para mirar a Neil, quien fulminaba a Silvia con su mirada llena de ira. Silvia se sorprendió, pues no se esperaba encontrarse con Neil en ese lugar. Después de un momento, ella apartó la vista y tomó un sorbo de su copa de vino mientras lo ignoraba. Aquella reacción llenó de ira la cara de Neil. Él se acercó a ella y la agarró del brazo en un intento de sacarla de la sala. Dulcie, con una mirada de molestia, se apresuró a impedirle el paso y preguntó con severidad: “¡Señor Remus! ¡¿Qué está haciendo?!”. Neil la miró con frialdad y rugió: “¡Fuera de mi camino!”. Dulcie hizo una mueca de desprecio. “Sil es mi amiga. ¿No deberías darme una buena razón para llevártela?”. Neil tenía una expresión estoica, pero estaba a punto de perder los estribos. “Solo lo diré una vez más; ¡fuera de mi camino!”. Silvia sabía que Dulcie no sería capaz de salir victoriosa de este encuentro, así que frunció los labios y dijo: “Dul, estoy bien. Volveré en un rato”. Dulcie la miró con preocupación. “Sil…”. “No te preocupes. Él no me lastimará”. Neil arrastró a Silvia fuera de la sala tan pronto esta terminó de hablar, lo que hizo que ella casi se tropezara. Esta vista enfureció a Dulcie. Silvia debió haber tenido la vista color de rosa en el pasado. De lo contrario, no hay manera de que se enamorara de un desgraciado como Neil. Neil solo soltó la mano de Silvia cuando llegaron al otro extremo del corredor. “Silvia, ¿no te das cuenta de que eres una mujer casada? Ayer estabas acostándote con Cris, ¡y hoy estás aquí coqueteando con modelos masculinos en un bar! ¡¿Cuántas veces planeas engañarme?!”, preguntó él. Silvia se sobó la muñeca, la cual estaba enrojecida por el agarre del hombre. “Pasará de nuevo si sigues demorándote en firmar los papeles de divorcio”, dijo ella con indiferencia. Neil dijo con desprecio: “¡Si sigues acostándote con otros hombres, te arrepentirás!”. Silvia sonrió cuando escuchó estas palabras del hombre y lo miró con calma. “Me pregunto qué planeas hacer para que me arrepienta de ello. ¿Vas a usar a la familia Pond para amenazarme? No te olvides que tu querida Ada también es miembro de la familia Pond. No hay duda de que se entristecería si le haces algo a su familia. ¿Quieres entristecerla?”. Neil parecía tener sentimientos encontrados. No se debía a que Silvia había mencionado a Ada, sino porque se dio cuenta de que no tenía oportunidad alguna de obligar a Silvia a quedarse con él cuando ya había tomado su decisión de irse. De repente, Neil sintió temor. Pero esta ansiedad no tardó en ser superada por la rabia que sentía. “Te lo expliqué antes. ¡Nunca te engañé con Ada!”. Un atisbo de molestia apareció en los ojos de Silvia. “Neil, no tienes que explicarme lo que sea que pasó entre tú y Ada. No me importa en absoluto. Solo me interesa saber cuándo vas a firmar los papeles de divorcio”, preguntó ella con frialdad. Neil sintió su enojo en su interior cuando vio la indiferencia de Silvia. Cada vez que la veía, ella solo hablaba del divorcio. Él ya se había tragado su orgullo para darle explicaciones, ¡pero a ella no podía importarle menos! Entre más pensaba Neil en ello, más enojado se sentía. Él agarró la barbilla de Silvia y la besó porque quería hacer que se callara. Silvia nunca pensó que Neil haría eso, por lo que se quedó congelada cuando sintió el calor en sus labios. Inmediatamente después, ella lo apartó de un empujón y le dio una cachetada. Fue un golpe ruidoso. La atmósfera se volvió hostil de inmediato. Neil fulminó a Silvia con la mirada mientras esta lo miraba con asco. Sus acciones lo ponían furioso. “¡Silvia, no te atrevas a limpiarte los labios de nuevo!”. Silvia, quien lo miraba sin emoción alguna, dijo: “Si fueras tú quien recibió un beso de una mujer que no te gusta, lo más probable es que estarías en la ducha ya”. “¡¿Cómo te atreves?!”. Neil, rojo de la ira, miró fijamente a Silvia con hostilidad en sus ojos. Silvia siempre había sido una persona que hablaba con un tono amable. Nunca había sonado tan odiosa en el pasado. ¿Tan desesperada estaba? ¿Acaso siempre había sido de esta forma y solo había hecho un gran trabajo escondiendo este lado suyo? Silvia miró la hora. Ella no tenía suficiente paciencia para lidiar con Neil, por lo que dijo: “Tengo que trabajar mañana. Si ya no tienes nada que decirme, me iré primero”. Ella no se molestó en mirar la cara de Neil antes de darse la vuelta para irse. “¡Espera un momento!”. Neil le impidió el paso. “¿Cuándo conseguiste un trabajo?”. “Eso no es asunto tuyo”. Neil trató de reprimir su ira mientras decía: “¡No te olvides que seguimos casados!”. Silvia permaneció indiferente. “Pronto ya no lo estaremos”. “¡Silvia, mi paciencia tiene sus límites!”. Ella pensó que la expresión de Neil era un tanto graciosa cuando reprime su ira. “Puedes elegir divorciarte de mí. Después de eso, ya no tendrás que soportarme”. “¡Ya te dije que no voy a acceder a divorciarme!”. “Entonces sufre”. Neil se quedó sin palabras. Mientras se enfrentaban, ambos escucharon una voz amable. “Neil, señorita Pond, ¿por qué no entran a la sala privada?”. La expresión de Silvia se volvió más amable cuando vio a Ryan. Él era uno de los mejores amigos de Neil. Cuando la pierna de Neil estaba herida, Ryan lo visitaba seguido. Era fácil hablar con él debido a su personalidad amable, por lo que Silvia tenía una buena impresión de él. Ella sonrió. “Vayan a divertirse. No iré con ustedes”. Neil no impidió que Silvia se fuera frente a Ryan. En su lugar, solo miró al hombre de reojo con frialdad después de que ella se fuera. “¿Por qué saliste?”. “Estaba yendo al baño cuando te vi discutir con la señorita Pond. Me preocupaba que se pelearan”. Después de una breve pausa, Ryan continuó: “Neil, la señorita Pond es en realidad una persona amable. Fue ella la que se quedó a tu lado y te cuidó cuando tu pierna estaba lastimada. Deberías tratarla mejor incluso si no te gusta”. Neil miró a Ryan con desdén mientras decía: “Sé lo que tengo que hacer. No los acompañaré porque tengo algo que hacer esta noche. Diles esto a Henry y a David de mi parte. Yo pagaré la cuenta”. Después de que Neil se fuera, Ryan se quedó quieto por un rato y solo regresó a la sala privada después de fumar un cigarro. Después de la interrupción de Neil, ni Silvia ni Dulcie estaban de humor para quedarse por lo que se fueron del bar tras pagar la cuenta. Después de conseguir un conductor para Dulcie, Silvia esperó por un taxi en la carretera. Mientras esperaba, ella consideró conducir ella misma al trabajo al día siguiente. De repente, un Maybach negro se detuvo a su lado. Perdida en sus pensamientos, Silvia abrió la puerta y entró al coche sin darse cuenta de que no era su taxi. No fue sino hasta que percibió aquel aroma leñoso familiar que giró su cabeza de golpe a un lado. Silvia frunció el ceño al ver al hombre sentado a su lado y quiso salir del coche. La tenue luz le había impedido ver que había alguien en el asiento trasero. Neil la tomó de la muñeca y dijo: “¡Ve a la mansión Remus!”. El conductor comenzó a conducir mientras Silvia fulminaba con la mirada a Neil. “¿Puedes soltarme la mano?”. Ella estaba enojada consigo misma. Si no hubiera estado perdida en sus pensamientos, no habría cometido un error tan tonto. “Sayer, bloquea las puertas del coche”. Neil solo soltó la mano de Silvia cuando las puertas estuvieron cerradas con seguro. Silvia lo fulminó con la mirada. Ella intentó mantener un tono calmado mientras decía: “Neil, en serio tengo que ir a trabajar mañana. No tengo tiempo para tus pequeños juegos”. Neil frunció el ceño. “Acabo de beber alcohol. Deberías volver a casa y cuidar de mí esta noche”, exigió él. Un atisbo de molestia apareció en los ojos de Silvia. “Puedes llamar a Ada. Estoy segura de que le encantaría cuidar de ti personalmente”. Silvia enfatizó las palabras ‘cuidar de ti’ para que Neil entendiera lo que quería decir. Neil se burló: “Qué generosa te has vuelto. Eres mi esposa, así que deberías ser tú la que se encargue de cuidar de mí”.

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