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Capítulo 11

”Yo…” Darrion estaba preocupado. Aparte de contratar a su propia gente en la empresa, le entregaba todo su trabajo a otros accionistas, por lo que no tenía ni idea de lo que habían hecho a lo largo de los años. Se puso nervioso mientras Silvia le miraba fijamente. También bajó inconscientemente la cabeza por la culpa que sentía. “Señor Torres, ¿es incapaz de responderme o se niega a hacerlo?”. Él había caído en la trampa de Silvia, por lo que no importaba la opción que escogiera. Una expresión de enojo apareció en su rostro. “Señorita Pond, sabe que no soy un buen administrador para su compañía. ¿No está poniéndome en una posición difícil a propósito?”. Silvia lo miró con frialdad, pero habló con una expresión tranquila. “Señor Torres, ya que se da cuenta de que no es un buen administrador de la compañía, no parece apropiado que me diga lo que debo hacer”. Darrion no pudo refutar las palabras de Silvia. Por otra parte, Dulcie necesitaba que Silvia firmara un documento. Cuando llegó a la oficina, vio a Darrion salir enojado de la oficina. Él se fue sin siquiera saludarla. Dulcie abrió la puerta y entró en la oficina. Cuando vio a Silvia leyendo tranquilamente unos documentos, preguntó con curiosidad. “¿Qué le dijiste a Darrion? Parecía enojado cuando se fue hace un momento”. Silvia no levantó la cabeza y siguió leyendo los documentos mientras decía: “Está molesto porque despedí a sus familiares. ¿Cómo puedo ayudarte?”. Dulcie le entregó el documento a Silvia y dijo: “Este contrato necesita tu firma hoy. Revísalo, por favor. Si estás de acuerdo con él, por favor, fírmalo y dámelo”. “Por favor, pídele al Departamento de Recursos Humanos que contrate dos secretarios para mí: Un hombre y una mujer”, dijo Silvia con indiferencia mientras tomaba los documentos. “De acuerdo. Les pediré que se pongan en ello”. Silvia no encontró ningún problema en el documento después de leerlo, así que lo firmó antes de mirar a Dulcie y le preguntó: “Oh, por cierto, ¿de cuánto es el déficit de capital de la compañía en este momento?”. Dulcie permaneció en silencio por unos segundos y respondió con una expresión de preocupación: “De al menos cincuenta millones de dólares”. Silvia frunció el ceño. “Bien, entiendo. Puedes seguir con tu trabajo”. Después de que Dulcie se fuera, Silvia revisó el dinero que tenía disponible para uso personal. Era solo un poco más de cincuenta millones de dólares. Silvia llamó al personal del Departamento de Finanzas a su oficina. Entonces, transfirió los cincuenta millones de dólares a la cuenta de la compañía. “Le estoy prestando este dinero a la compañía. La compañía puede pagarme esto para fin de año una vez que los dividendos hayan sido pagados”, dijo ella con un tono distante. “De acuerdo, señorita Pond”. Después de que el personal se fuera, Silvia siguió leyendo los documentos. … Darrion perdió los estribos en su oficina. No podía aceptar el estado de las cosas. Dudo por mucho tiempo antes de hacerle una llamada a Sigwald Reed. “Señor Reed, ¿está libre durante el mediodía? Almorcemos juntos”. Tan pronto Sigwald entró en la habitación privada al mediodía, Darrion se puso de pie y lo recibió con entusiasmo. “¡Señor Reed, tome asiento!”. Sigwald tenía una gran sonrisa en el rostro. Cuando se sentó, miró a Darrion y dijo: “Señor Torres, me ha invitado a almorzar en un lugar muy lejos de la compañía. Asumo que debe ser por algo muy importante”. Darrion tenía una sonrisa agradable mientras asentía y decía: “Me conoce muy bien, señor Reed. Es probable que ya sepa que la señorita Pond tomó acciones en mi contra esta mañana, ¿verdad?”. Sigwald tomó un sorbo de café antes de decir con calma: “Señor Torres, esta es solo la estrategia de la señorita Pond para llevar a la compañía a la siguiente fase de desarrollo. Es normal que despida unas cuantas personas en el proceso”. Aparte, los familiares de Darrion no tenían ética laboral y solo perdían el tiempo todo el día. Sigwald no veía problema alguno con su despido. Darrion se rio entre dientes con incomodidad. “Tiene razón, señor Reed. ¿Pero cree que la señorita Pond solo va a despedir a mis subordinados?”. Sigwald apretó su agarre en su taza, pero no respondió. Darrion continuó: “Señor Reed, siempre lo he considerado el accionista más capaz. Aunque la señorita Pond sea la dueña de la mayoría de las acciones, ella es joven e impulsiva. Preferiría que usted fuera el administrador de la Corporación MY”. “¿Qué intentas decir?”. “Escuché que la señorita Pond ha estado en contacto con el señor Walls de la Corporación Denson, pero que no ha sido capaz de llegar a un acuerdo. Con lo capaz que es usted, debería ser capaz de ayudar a la Corporación MY a firmar un contrato con la Corporación Denson. ¿Qué le parece, señor Reed?”. Sigwald permaneció en silencio por unos momentos antes de decir: “Déjeme pensar en ello”. … Cuando llegó la noche, Silvia marcó su salida del trabajo y regresó a su mansión de Ciudad del Norte. Sin embargo, fue detenida por Neil. Él la miró con ojos llenos de arrogancia e ira. “Silvia Pond, incluso si estás intentando montar un alboroto, ¡debería haber un límite para ello! Estás quedándote en la casa de otro hombre todos los días. ¿No te importa la reputación de la familia Pond y la familia Remus?”. Silvia se burló. “Sí que eres descarado para decirme eso. ¿Acaso consideraste la reputación de nuestras familias cuando tuviste una cita con Ada en nuestra casa?”. Los ojos de Neil se llenaron de molestia. “¡Te dije que no ha pasado nada entre Ada y yo!”. “Su relación no es de mi incumbencia. Vamos a divorciarnos, de todas formas”. “Ya rompí los papeles de divorcio. Lo consideraré como algo que dijiste en un ataque de ira. Vuelve a casa conmigo y fingiré que nada de esto ha pasado”. Silvia frunció el ceño. “Neil Remus, ¿por qué te rehusás a divorciarte de mí? ¿Acaso te enamoraste de mí?”. Cuando Neil escuchó esto, su expresión se volvió fría y la mirada que le dirigió se volvió desdeñosa. “¿Crees que eso es posible?”. “Si es imposible, entonces déjame de hacer perder el tiempo. Deberíamos separarnos lo más pronto posible mientras sigo siendo joven. Así estaré a tiempo para encontrar otro hombre”. Cuando notó la impaciencia de Silvia, Neil expresó su descontento y frunció el ceño inconscientemente. “¿Todavía estás considerando encontrar otro hombre?”. “¿Por qué no?”. Silvia lo miró sin interés. “¿Qué diferencia hay entre quedarme contigo y ser una viuda? Voy a conseguir mi propia felicidad”. Neil no supo qué decir. La ira lo consumió al instante. No pudo hacer nada para contenerla. Él estaba seguro de que no amaba a Silvia, pero ella igual era capaz de despertar su ira irracional. Con obvio disgusto, Neil dijo entre dientes apretados: “Hay una manera de que te divorcies de mí. ¡Tendrás que pagar por hacerme perder mis años de juventud contigo estos últimos años!”. Silvia no podía creer lo que escuchaba. Neil notó la forma en la que Silvia lo miraba como si estuviera loco. “Si puedes darme una compensación de cincuenta millones de dólares, aceptaré divorciarme de ti”, dijo él con frialdad. Silvia permaneció en silencio por unos segundos antes de mirar a Neil con una expresión seria. “¿Estás seguro de que te divorciarás de mí si te pago cincuenta millones de dólares?”. “Sí, pero no puedes usar el dinero que te he dado”. Silvia había vivido con la familia Remus en los últimos años. Cuando se casó con Neil, él le había dado una tarjeta negra sin límite de gasto, pero ella nunca la había usado. Ella había hecho a mano los regalos de cumpleaños que le había dado, por lo que Neil pensó que ella no sería capaz de producir mucho dinero. Silvia permaneció en silencio por unos segundos antes de asentir con la cabeza y decir: “De acuerdo, me parece bien”. “Te daré una semana. Si no puedes pagarme cincuenta millones de dólares en una semana, ¡no podrás volver a mencionar nada de divorciarnos de nuevo!”. Silvia frunció el ceño. “Neil Remus, ¿no es tu condición muy exagerada?”. Neil se burló. “Tú eres la que me está pidiendo el divorcio, pero no estás feliz ahora que te estoy dando la oportunidad de obtenerlo. Silvia Pond, me pregunto si te estás haciendo la difícil”. Silvia puso los ojos en blanco. “De acuerdo, una semana. ¿Puedes largarte ahora?”, dijo ella con brusquedad. Cuando Neil notó la molestia en los ojos de Silvia, él añadió: “Antes de divorciarnos, debes mudarte de regreso a nuestra casa”. “¡No te pases de la raya, Neil Remus!”.

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