Capítulo 33

Los ancianos a su alrededor empezaron a recuperar la compostura. Colaborar con la familia Gómez era sinónimo de riqueza desbordante. —María, ¿qué dices? Es un asunto tan lucrativo, ¿cómo podría tu padre rechazarlo? —Sí, Gabriel, ya habías prometido atender este asunto de María, ¿cómo puedes retractarte tan fácilmente? —A mi parecer, el día elegido por María es perfecto. Los familiares querían salvar la cara, temiendo perder a Bruno, quien era como un Dios de la fortuna para ellos; temían quedarse sin un lugar donde llorar si quebraban. Todos empezaron a persuadir a Gabriel. Gabriel, al escuchar a todos decir esto, finalmente mira a María y con un gesto de la mano dice: —¡Adelante! ¿No es eso lo que quieres? Mónica, totalmente desconcertada. Quedó pálida como la cal y, a regañadientes bajo la presión de los presentes, no tuvo más opción que tragar su resentimiento. María, desinteresada por la confusión, llevó con orgullo la placa conmemorativa de su madre al altar. Ella pagó, ella organ