Capítulo 4
“Valeria, ahora que sabes la verdad, ¡trátalas con respeto! ¡No quiero escuchar una grosería más de tu parte!” dijo Ronald con seriedad.
“Ronald, no tienes por qué exigirle nada. Después de todo, Ashley y yo estamos acostumbradas a sufrir, así que esto es normal para nosotras. Además, sé que tú también has atravesado momentos difíciles estos años…” expresó Julie con pena, mientras se regocijaba por dentro.
Tras escucharla, Ronald se conmovió mucho. De hecho, en el pasado, siempre había sido un hombre que dependía de las órdenes de la madre de Valeria, Natalie García. No obstante, luego de que esta última falleció, por fin podía sentirse pleno y actuar libremente. Pensando en esto, miró a Valeria y dijo enojado: “Quieras o no, ¡Ashley es tu hermana!, así que debes aceptarla. Pronto, Julie y ella vivirán con nosotros”.
En este momento, Julie y Ashley cruzaron miradas gozosas. Después de todo, vivir en la casa de los Brown había sido su sueño más grande.
Por su lado, Valeria no podía tolerar lo que acababa de decir su padre, así que inmediatamente contradijo: “¡Eres un sinvergüenza! Mi madre es la única dueña de la casa. ¡Nadie más tiene derecho a poner un pie ahí!”
“¡No me hables así!” gritó Ronald enfurecido mientras la cacheteaba dos veces.
Al instante, el rostro de Valeria se estremeció de dolor, pero rápidamente se cubrió la cara y dijo: “¿Me pegaste por defender a tu amante?”
Al escuchar esto, Ronald se sintió un poco culpable, pero decidió no echarse para atrás. Al fin y al cabo, esta mocosa no tenía por qué contradecirlo. Entonces, dijo: “¡Soy tu padre y tengo todo el derecho de corregirte!, pero si no aprendes la lección, te echaré a la calle”.
Tras notar que su padre no respetaba la memoria de su madre a pesar de que había fallecido hace no mucho tiempo, Valeria sintió que se le partió el corazón. Para colmo, era evidente que este hombre estaba dispuesto a defender a estas mujeres por encima de todos. Frente a tanta decepción, no soportó más y se fue llorando.
Por su lado, Julie y Ashley se sentían en las nubes. No obstante, juraron que este era solo el comienzo de todo el sufrimiento que le esperaba a Valeria.
Mientras tanto, esta última caminaba llorando con tanta angustia que llamaba la atención de los peatones.
De repente, una limusina transitó lentamente y tan pronto como el guardaespaldas que conducía vio a Valeria llorando, se sorprendió y dijo: “Joven William, mire, ¿no es ella la mujer de anoche?”
Al instante, William alzó la mirada y, tras ver que la mujer se ahogaba en lágrimas, inmediatamente ordenó al conductor que detuviera el auto. Enseguida, se acercó a ella y le ofreció un pañuelo blanco.
No obstante, tras descubrir que se trataba del proxeneta, Valeria inmediatamente lo rechazó y dijo furiosa: “¿No entiendes que no quiero volver a verte?”
Sin embargo, él no tomó en cuenta sus palabras y le secó las lágrimas, diciendo suavemente: “¿Qué pasó?”
“¡Qué te importa! ¡B*stado!” gritó Valeria mientras arrojaba el pañuelo al suelo. De inmediato, se fue llorando.
Al ver esta escena, el guardaespaldas se preocupó por su jefe y se acercó a él, diciendo: “Joven William…”
Por su lado, William parecía estar tranquilo. Enseguida, recogió el pañuelo y ordenó: “¡Conduce hacia la compañía!”