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Capítulo 6

Selena miró la identificación de la llamada entrante y frunció los labios. Después de un momento de reflexión, finalmente decidió contestar. Sus dedos pálidos rozaron la pantalla, levantando el teléfono hacia su oído. Antes de que pudiera decir una palabra, Diego la interrumpió con una violenta descarga de insultos. Diego era un hombre que solo se mostraba fuerte ante los débiles y siempre había pensado que su sobrina era fácil de manipular, así que se atrevió a gritar: —Selena, ¿tienes idea del impacto que ha tenido en el mercado de valores del Grupo Medina la noticia de tu divorcio con Jorge? —Y además, ¿cómo es que el 47% de las acciones del Grupo Medina, que estaban en manos de pequeños accionistas, han pasado de repente a tu nombre? ¿Cuándo adquiriste las propiedades a nombre tuyo y de Ana? ¿Por qué no he visto el testamento de tu padre? —Selena, es lamentable que después de la muerte de tus padres, me haya dedicado a protegerte, y ahora, sin decir una palabra, te divorcias de Jorge y me dejas con el caos en el Grupo Medina.— Diego había soportado veinte años de humillaciones con la esperanza de obtener el control total del Grupo Medina y convertirse en su verdadero dueño. Él pensaba que después de la muerte de Héctor, sus dos hijas no serían capaces de mantener la empresa ni nada más, y que todo terminaría bajo su control. No se imaginaba que Héctor ya había previsto todo esto. Todos los esfuerzos que Diego había hecho a lo largo de los años ahora parecían una gran broma. ¡No había conseguido nada! Había soportado que pisotearan su dignidad en el pasado, y ahora seguía siendo humillado. Esa sensación era difícil de soportar para cualquiera. Selena sostenía el teléfono, sin prisa por responder; solo sentía un frío profundo en su corazón. Mientras su padre vivía, siempre había sido indulgente con Diego, a pesar de que era un hombre sin talento ni ambición. Le dio una casa, un coche, e incluso un puesto cómodo en la empresa, con dividendos anuales. Y ahora, resultaba en esto. Realmente era el colmo de la ironía. Selena inhaló profundamente, sintiendo el aire frío que le causaba un escalofrío. Con un tono gélido y sarcástico, respondió: —Diego, repasa las cosas que acabas de decir, ¿no te parecen ridículas? —Siempre te has hecho pasar por alguien ingenuo y sin ambiciones para ganarte la confianza de mi padre y beneficiarte de su ayuda. Ya vives sin preocupaciones, ¿qué más quieres? ¿De verdad crees que sin mi padre hubieras podido mantener tu posición en Ciudad del Cielo y que alguien te llamaría presidente Diego? Sin darle tiempo a Diego para reaccionar, Selena continuó: —Disfrutaste de la vida que mi padre te dio, pero ¿qué hacías a cambio? Fingías ser inocente mientras secretamente comprabas las acciones de los pequeños accionistas, esperando el momento oportuno para forzar a mi padre a ceder la empresa. Tío, tu estrategia es realmente ingeniosa. —¿Y qué si tengo propiedades? Son la seguridad que mi padre me dejó, ¿qué tiene eso que ver contigo? ¿No viste el testamento? Claro que no, estabas demasiado ocupado comprando acciones en esos últimos días de mi padre como para enterarte de que dejó un testamento que garantizaba mi seguridad y la de Ana. —Diego, ¿no te parece ridículo estar cuestionándome ahora? ¿Con qué cara y con qué derecho lo haces? Diego, nunca antes insultado por una persona más joven, estalló en ira. —¡Apuesto a que te aliaron con Luis y usaron métodos sucios para conseguir lo que me pertenecía! Selena no pudo contenerse y estalló en carcajadas. —¿Lo tuyo?— Se dobló de la risa, —¿Tienes el valor de decir que es tuyo? —En serio, tío, no tienes vergüenza. La empresa que sus padres habían creado con tanto esfuerzo durante toda su vida, ¿cómo podría ser algo que él pudiera arrebatar tan fácilmente con solo palabras? No sabía de dónde sacaba el valor para decir tales desatinos. Sin temer hacer el ridículo. Selena aún no había terminado de organizar sus pensamientos cuando Diego soltó un comentario que le atravesó el corazón como un cuchillo afilado. De pie en medio de una ventisca invernal. La nieve caía sobre su abrigo, derritiéndose y filtrándose en su piel, haciéndola temblar de frío. —Selena, muchas veces te he visto con lástima. Eres solo una mujer despreciada por Jorge, quien ya no te quiere, y has sido expulsada de la familia Sánchez. No sé de dónde sacas tanta confianza. —Estuviste casada con Jorge durante tres años, y aparte de proporcionarle sexo gratis durante todo ese tiempo, ¿qué conseguiste? Solo ira y un corazón destrozado por un marido que te maltrató. ¿Qué más tienes? En esta situación, ¿de verdad piensas que puedes competir con el tío que te crió por algo que, incluso si llegara a tus manos, no podrías mantener? ¿No te parece ridículo? Selena soltó una risa repentina. Diego, en realidad, no estaba equivocado. Durante los tres años de matrimonio con Jorge, ella había sido la única que había luchado por mantener en pie una relación ya rota. Con los ojos enrojecidos y mordiéndose el labio inferior, Selena intentó hablar, pero el teléfono fue arrebatado de su mano. Al volverse, se encontró con unos ojos negros como el azabache. Un segundo después, la llamada fue cortada. Selena parpadeó con sorpresa, quedándose inmóvil. Jorge le devolvió el teléfono, frunciendo el ceño como si estuviera esperando una respuesta, —¿No vas a replicar? Selena soltó una risa amarga, —Todo lo que dijo es cierto, ¿cómo podría responderle? Su voz era tan suave, que parecía que el viento y la nieve podrían llevarse sus palabras junto con ella. Los ojos de Jorge mostraron una ligera complejidad, aunque mantuvo su habitual frialdad. Sin decir nada más, se dio la vuelta y se dirigió al Maybach que lo esperaba a poca distancia. Selena sabía que, después de esa noche, sus vidas seguirían caminos paralelos, sin volver a cruzarse jamás. Así que, reuniendo su última pizca de valor, lo llamó. —Jorge, ¿recuerdas qué día es hoy?— Era el aniversario de su boda, una fecha que solo ella recordaba. Jorge se detuvo al abrir la puerta del coche, con imágenes fugaces en su mente, aunque sin poder identificarlas claramente. —¿Qué? —Es nuestro aniversario de bodas,— dijo. Varios recuerdos se agolparon en la mente de Jorge. Al ver su expresión, Selena ya tenía la respuesta. No lo recordaba, ni siquiera lo sabía. Dio unos pasos hacia él y lo agarró por el borde del abrigo. —Llevamos tres años de casados, aunque en realidad este sería el cuarto. Los tres primeros aniversarios los pasé sola.— Su voz se quebró, y apretó los labios antes de continuar, —Quiero que este último aniversario lo pasemos juntos, al menos una vez. Después de todo, alguna vez estuvimos juntos. Jorge sonrió con ironía, —Selena, hablar de un aniversario de bodas después del divorcio es un poco absurdo. Selena asintió, —Sí, es un poco absurdo. La nieve caía sobre sus largas pestañas, haciendo que sus ojos se vieran aún más claros y brillantes. Su voz estaba cargada de súplica, —Pero nunca tuvimos una luna de miel, nunca pasamos juntos una festividad decente. Hoy, solo por hoy, cumple este deseo mío... solo para dar un final ilusorio a este sueño que nunca se hará realidad.

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