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Capítulo 7

Bella Cuando mi madre y mi hermana llegaron a casa y me vieron, Betty, mi hermana, se me acercó y me preguntó: "¿Bella, qué le pasó a tu cara?"  "¿Quién fue?" Mi madre me preguntó, ansiosa. Vino corriendo hasta donde yo estaba y tomó mi cara entre sus manos, para examinarla. "¿Fue tu padre?"   "Mamá, me abofeteó una vez, pero no te preocupes que yo les devolví dos". Dije, fingiendo estar relajada, ya que noté que mi madre estaba angustiada.  "No te lo tomes a pecho, Bella", mi madre respondió, resignada. "Tu padre debe haber hecho lo que Connie le pidió". "Mamá, ¿estás tratando de defender a mi padre?" Pregunté, indignada. "¿Me estás pidiendo que lo perdone?"  Tiré la bolsa de hielo que había puesto en mi mejilla, para que no se hinchara. Estaba furiosa. "Mamá, Ryan nunca se ha preocupado por mí", le recriminé. "¿Por qué sigues justificándolo? Tú y él ya no tienen ninguna relación", le recordé. "Ahora ambos ni siquiera son extraños, son enemigos".  De todos modos, mi madre era así. Ella siempre había sido muy débil e indecisa. Mi padre era su dios y, aunque ellos ya se habían divorciado hace muchos años, en su corazón, Ryan sieguía siendo su esposo.  Y eso era lo que más me volvía loca. "Después de todo, él es tu padre, Bella". Mi madre dijo en voz baja. Al ver a mi madre así, tan sumisa, me puse triste y, en un tono más suave, dije: "Mamá, estoy cansada. Iré a dormir".  Entré a mi habitación sintiéndome muy frustrada y con el rostro ardiendo de dolor. Por fortuna, mañana era sábado. Si hubiera sido día de semana, iba a tener que pedir el día libre.  Después de unos minutos, llamaron a mi puerta un par de veces y luego escuché la voz de mi madre.  "Bella, me olvidé de decirte que una buena amiga mía quiere presentarte a un profesor universitario", la escuché decir al otro lado de la puerta. "Sin embargo, no es bueno que te vean de este modo, así que les diré que se reunan la próxima semana".  Desde que mi exnovio se fue con otra chica, mi madre había estado buscando presentarme a varios hombres. Cada vez que me negaba a conocerlos, ella empezaba a llorar y me hacía sentir culpable. Después de una semana, tuve que ir a un restaurante muy romántico y esperar a que llegue el hombre que la amiga de mi mamá quería presentarme. Cuando dieron las siete, un hombre con pantalones grises, camisa blanca y anteojos de montura dorada se sentó frente a mí.  "Hola, mi nombre es Hank Cruise", el hombre se presentó. "Tengo 29 años y soy profesor en la universidad". Sus primeras palabras eran simples e iban directo al grano. "Primero tengo que hacerte unas preguntas". Respondí, mirándolo de pies a cabeza y levantando la barbilla.  Pese a mi descortesía, el hombre me seguía mirando con ojos muy gentiles. La verdad era que yo no tenía una mala impresión de él, era solo que no me gustaban este tipo de reuniones.  Solo había venido para que calmar las ansias de mi madre.  Es por eso que había decidido actuar con rudeza, para hacer que el hombre optara por irse.  "Por cierto, dile a Susan que ya no me presente a tantos hombres, de aquí en adelante". Agregué en un tono condescendiente.  "Continúa", el hombre dijo, sonriendo. "Responderé a tus preguntas lo mejor que pueda". Su sonrisa era muy grande y podía ver sus dientes, rectos y blancos.  "¿TIenes tu propia casa o departamento?" Pregunté. Solo las personas que venían de familias adineradas o tenían salarios muy altos podían comprar una casa o un departamento en esta ciudad.  En realidad, era muy difícil que un profesor de universidad comprara una propiedad.  Supuse que él no podía tener una casa o un departamento, así que le quise poner las cosas difíciles a propósito.  Al escuchar la pregunta, la sonrisa de Hank se hizo aun más grande. "Vivo en una residencia de doscientos metros cuadrados".  'Debe estar ubicada en una zona muy pobre o en un área en desarrollo'. Pensé para mí misma, a pesar de que su respuesta me había sorprendido. Doscientos metros cuadrados era un terreno muy grande. "¿Tienes un Merdeces?" Pregunté. Hank se rio entre dientes. "El auto que tengo ahora es un Land Rover", respondió con sinceridad. "Pero si te gustan los Mercedes, puedo comprarme uno más adelante". Su respuesta volvió a sorprenderme. Aun así, no quería que él saliera ganando, así que insistí con mi descortesía. "Mi salario no es muy bueno, y tampoco mi carácter".  Hank sonrió de oreja a oreja. "Eso no importa", dijo con amabilidad. "Puedo entender a las mujeres que tienen mal genio".  "¿Estás enfermo?" Pregunté. No quería renunciar a la idea de hacer que se fuera. "Tienes una casa muy grande y un auto muy caro. Eres guapo y trabajas en una universidad. ¿Por qué quieres conocer a una mujer como yo?"  "¿Cómo es una mujer como tú?" Hank dijo, mirándome fijamente.  "Cuando era muy joven, mi padre abandonó a mi familia y se fue con otra mujer", respondí. "Mi mamá me tuvo que criar sola y ahora ella y mi hermana dependen de mí para vivir. Además, antes de cortar conmigo, mi exnovio me dijo que no era amable ni femenina. Luego se fue al extranjero con una mujer rica".  "¿Algo más?" Hank preguntó. Todavía tenía una sonrisa en su rostro. Parecía que nada lo afectaba. "No, eso es todo". Dije. Bajé la cabeza y bebí un poco del jugo que había pedido. Ya le había dicho todo lo que estaba mal conmigo, ¿por qué no se iba?  "A decir verdad, creo que eres la mujer más especial que he visto en mi vida", Hank respondió, de repente. "De hecho, odio las citas a ciegas, pero me gusta hacer amigos y conocer gente nueva. ¿No te opondrás a que seamos amigos, no?" Agregó, sacando una tarjeta de presentación de su billetera y entregándomela.  ¿Amigos? Al oír esto, mi estado de alerta se desvaneció.  Para ser sincera, yo no tenía ningún problema con que seamos amigos.  Cogí la tarjeta de presentación y dejé de actuar de manera tan ruda. Luego, empezamos a hablar.  No esperaba que nuestra conversación fuera tan agradable. Me di cuenta que Hank no me caía nada mal. Incluso creía que sería genial tener un amigo como él.  Después de cenar, Hank insistió en llevarme a casa, pero yo me negué. Cuando salimos, esperé en la entrada del restaurante a que él sacara su auto del estacionamiento.  De pronto, escuché a alguien detrás mío. "¿Bella?"  Me volteé y vi a mi superior, Gary Ackerman. "Gerente, ¿usted también vino aquí a cenar?" Pregunté. Estaba muy sorprendida. Antes de que Gary pudiera responder, vi a Herbert y a otro hombre en traje saliendo del restaurante.  No podía creer mi suerte. Cada vez que salía a comer, me encontraba con esta persona que no quería ver. Parecía que Herbert estaba en todas partes. 

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