Capítulo 27
Pablo intentó intervenir para mediar, pero Diego lo empujó diciendo: —¡Pablo, no te metas!
—Estas son mis cosas, ¡ellos no pueden tocarlas!
Tomé una profunda respiración y me acerqué: —Diego, ¿no te he enseñado a compartir con los demás?
—¿O es que Pablo te ha malcriado tanto que ya no sabes qué es tener modales?
Diego me miró desafiante y dijo: —Tú ya no me quieres, ¿qué derecho tienes de decirme qué hacer?
Esas palabras silenciaron de inmediato el lugar.
Sentí un dolor en el corazón, pero luego, como si me liberara de un gran peso, mi tono se volvió inadvertidamente más frío: —Bien, entonces de ahora en adelante no me llames papá y yo no me meteré en tus asuntos.
Diego, sorprendido por mi respuesta poco característica, me miró con los ojos muy abiertos.
El ambiente ya tenso se volvió aún más pesado.
Carlos, viendo que la situación se estaba saliendo de control, se apresuró a intervenir: —Ya es tarde, ¿deberíamos empezar a pensar en regresar?
Asentí levemente, justo cuando estaba a
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