Capítulo 2
El estudio estaba brillantemente iluminado, era espacioso y sumamente hermoso; además, en aquel lugar, se encontraba un hombre sentado cómodamente en su escritorio, solo dejando ver el exquisito y asombroso reloj en su muñeca, que combinaba perfectamente con su masculinidad. Luego, bajando los documentos que estaba leyendo, se pudo apreciar sus rasgos faciales muy bien definidos, que lo hacían lucir extremadamente varonil; después, pasando una página de sus papeles, ordenó: “Por favor, retira los fondos que serán destinados para Lawson's Group".
Tras escuchar la orden del señor de la casa, el mayordomo inclinó la cabeza y dijo respetuosamente: “Sí, lo haré enseguida”. Aunque, después de decir ello y, tratando de retractarse de sus palabras, le dijo nerviosamente: “Señor, en mi opinión, creo que… la señorita Lawson es muy diferente a las dos candidatas anteriores; la verdad es que su personalidad es asombrosa".
En realidad, fue el mayordomo quien recibió a Eliza en la casa; así que, a primera vista, le pareció una mujer sumamente agradable, e incluso, a través de su mirada, se podía notar que tenía una personalidad pura e inocente, sin intenciones ocultas. De hecho, ni bien llegó a la casa de la familia Valentine, Eliza se mostró muy respetuosa y no habló mucho con las personas que habitaban la casa; sin embargo, se dio el trabajo de preguntar por las cosas que le gustaban y las que no le gustaban al sr. Valentine.
A decir verdad, al mayordomo le agradaba que a ella no le importaran los rumores que se habían extendido; pues, desde que los hijos de sr. Valentine difundieron los rumores sobre su loca personalidad y su rostro desfigurado, era imposible encontrar una mujer lo suficientemente audaz y valiente para ser la esposa del hombre. Además, aunque el mayordomo no quería que su amo perdiera la oportunidad de conocer a una buena mujer como Eliza, parecía que el hombre no le importaba en lo absoluto; ya que, sin mostrarse desconcertado, respondió seriamente: "A mi parecer, ella es igual que las demás, ni siquiera pudo pasar la simple prueba de mi hijo".
Tras escuchar las palabras de su amo, el mayordomo se quedó sin palabras, pues, para él, esa no era una prueba tan sencilla como decían; incluso, pensaba que si él, siendo un hombre mayor, temblaba de miedo al ver el horrible disfraz del pequeño hijo de su amo, Demarion, mucho más sería una pequeña joven de solo un poco más de veinte años. Luego, el mayordomo suspiró un poco preocupado, pues temía que, si su jefe seguía actuando así, él no encontraría una mujer con quien compartir el resto de su vida.
Justo cuando aquellos hombres estaban en el estudio, sonó el timbre de la entrada casa y, aunque Eliza estaba temblando de pies a cabeza, se armó de valor para llamar la puerta; a decir verdad, en ese momento, ella estaba tan asustada que lo único que pensó fue en alejarse de la casa. Además, no solo le tuvo mucho miedo a la oscuridad, sino que, tras ver a aquel monstruo a su lado, ella sintió un escalofrío que recorría toda su espalda; sin embargo, una vez que se tranquilizó, Eliza se sintió culpable por sus acciones y decidió regresar para cumplir su promesa.
En realidad, Eliza supo desde un principio que el sr. Valentine era un hombre desfigurado y con una personalidad retorcida, sobre todo, tras el incidente de incendio que sufrió; sin embargo, había accedido a la propuesta de ese matrimonio, así que, decidiendo cumplir su promesa y después de pensarlo claramente, finalmente regresó. Cuando tocó el timbre, Eliza estaba totalmente pálida, su corazón latía apresuradamente y no tenía las agallas para enfrentar al hombre de la casa; pero, tuvo en claro que debía superar ese miedo, especialmente, porque viviría con él en el futuro.
Después de que sonó el timbre por un largo rato, alguien abrió la puerta lentamente; sin embargo, inesperadamente, la persona que abrió la puerta no fue el sr. Valentine, ni tampoco el mayordomo o las amas de llaves, de hecho, era un niño muy apuesto, que aparentaba tener entre 4 y 5 años. Además, si no hubiera sido porque esa era la única villa en la zona, Eliza habría pensado que se había equivocado de casa.
Por su parte, tras abrir la puerta, el niño se quedó mirando fijamente a la mujer, la hizo pasar directamente a la sala y, señalando el sofá, le hizo un gesto para que se sentara; mientras que, Eliza se quedó totalmente sorprendida, pues, aunque no sabía de donde era ese niño, ella no sentía malas intenciones en él. Luego, aun temblando por la conmoción que tenía, la mujer se sentó cómodamente en el sofá, y el niño le acercó educadamente un vaso de agua caliente; entre tanto, sosteniendo el vaso de agua, ella se calmó gradualmente y le agradeció por su atención.
Después de mirar atentamente a la mujer, el niño caminó hacia un pequeño gabinete a su lado y parecía como si realmente estuviera buscando algo; mientras tanto, en la barandilla del segundo piso, Demarion se asustó al ver a Eliza nuevamente en la casa y, mirando con mucha atención la escena de su hermano y la mujer, exclamó: “¡Guau! No puedo creer que ella realmente haya regresado. Papá, ¿quieres que la asuste de nuevo?”.
El sr. Valentine ocultó su alta figura en las sombras mientras miraba fijamente a la aterrorizada mujer de abajo, quien todavía se notaba temblando de miedo; luego, desviando su mirada para notar como su hijo mayor buscaba fijamente la caja de medicamentos, frunció el ceño y le respondió amablemente: “No, por ahora no la asustes”. A decir verdad, dado que los rumores sobre el incendio que ocurrió hace cinco años se extendieron rápidamente, muchas personas estaban al tanto del cambio de apariencia y personalidad del sr. Valentine; sin embargo, solo unos pocos sabían que él tenía una gran bendición en su vida, a un par de gemelos muy hermosos.
Por un lado, su hijo mayor, Braint, tenía una personalidad fría y tranquila; mientras que, su hijo menor, Demarion, era un niño muy travieso, ruidoso e inquieto. Además, aunque Braint era un poco indiferente a su entorno, a él le gustaba asegurarse de que un extraño estuviera cómodo en su casa; por ello, no dudó en alcanzarle un vaso de agua a la mujer, e incluso, atender delicadamente todas sus heridas.
"¡Ay!", exclamó Eliza llena de dolor; aunque, de hecho, ella se dio cuenta de que se había lastimado la rodilla, solo cuando el algodón llenó de alcohol tocó la herida de su pierna, de lo contrario, ni siquiera se hubiera fijado en ella. Luego, bajó la cabeza y miró fijamente al pequeño niño que cuidaba con delicadeza sus heridas y, a decir verdad, con el algodón y el alcohol en las manos, Braint se veía extremadamente serio al realizar esa importante tarea.
En realidad, las luces de la sala hacían brillar las lindas pestañas del pequeño y, aunque no sabía de donde salió ese niño tan cariñoso, se sintió verdaderamente muy alegre y conmovida por las acciones del pequeño; luego, mostrándose lo más amable posible y con un tono cariñoso, le preguntó: “Gracias cariño, ¿cómo te llamas? ¿Por qué estás en la casa del Sr. Valentine?”. Por su parte, después de desinfectar su herida, el niño le puso una curita sobre ella, y respondió cortésmente: “Braint Valentine”.
Después de terminar de curar por completo sus heridas, el pequeño miró a Eliza amablemente y le dijo: “Braint, ese es mi nombre". Mientras tanto, tras ver su adorable rostro, la mujer no pudo reprimir su impulso de acariciar su pequeña cabecita; sin embargo, Braint evitó su toque rápidamente, se puso de pie, caminó hacia el sofá y se sentó cómodamente.
Luego, aunque parecía muy maduro para su corta edad, él la miró con delicadeza y le preguntó: "¿Por qué volviste?". En realidad, Eliza se quedó un poco aturdida con esa pregunta, en especial, porque no entendía como aquel pequeño quisiera conocer sus razones; sin embargo, con una sonrisa en el rostro, respondió: "Eso es porque esta es mi casa de ahora en adelante. El sr. Valentine será mi futuro esposo y es por ello que tengo que regresar para vivir con él".
Tras escuchar su respuesta, Braint bajó la cabeza y jugueteando disimuladamente con sus diminutos dedos, le preguntó: "¿No le tienes miedo?". A pesar de que no entendía porque ese niño sabía tanto de esa situación, ella hizo una leve pausa, y luego respondió con total seriedad: "Sí lo tengo, pero no tengo otra opción. Además, como prometí casarme con él, ahora no puedo retractarme e incumplir la promesa que hice, eso no es de palabra”.
De hecho, Eliza era una persona que cumplía sus promesas a cabalidad; además, sabía que si ella arruinaba ese matrimonio y si no lograba que el sr. Valentine invirtiera en Lawson's Group, Riley definitivamente le dificultaría las cosas en el futuro y eso era lo que ella no quería. Por ello, con total sinceridad, continuó y le dijo: “No importa lo mal que se vea o lo loco que esté, haré todo lo posible para superar mis miedos y, definitivamente, seré una buena esposa para él".
Eliza no sabía por qué le contaba todo eso a un niño que apenas acababa de conocer, pero como suponía que aquel pequeño no entendía de lo que estaba hablando, se atrevió a decir todo lo que pensaba; además, aparte de ese niño, ella no tenía a nadie con quien hablar dentro de esa casa. Por su parte, Braint, quien estaba escuchándola con total atención, levantó la cabeza y, mirándola fijamente a los ojos, le dijo: "No te preocupes. Él no es feo".
Tras escuchar las palabras del pequeño, Eliza no supo qué pensar y tampoco sabía por qué el niño decía eso con tanta firmeza; sobre todo, porque ella había visto con sus propios ojos la verdadera apariencia del sr. Valentine. Sin embargo, al ver que el niño desconocía el rostro del dueño de la casa, ella no quiso dar más detalles sobre su situación; así que, respiró hondo, sonrió cariñosamente y le dijo con total amabilidad: "¿Tienes hambre? Déjame cocinar algo delicioso para ti, ¿te parece?".
En realidad, Eliza no era una mujer muy talentosa para los negocios, pero sabía hacer muchas de las tareas domésticas y, especialmente, era muy buena cocinando; además, la había conmovido mucho la atención y cuidados que el pequeño le ofreció, así que, le quiso agradecer preparándole una exquisita comida. Mientras tanto, luego de escuchar ello, Braint miró fijamente su reloj y le respondió seriamente: “Bueno, tienes media hora. No puedo comer nada después de las ocho y ya son las siete y veinte".
Después de oír su respuesta, Eliza se dirigió inmediatamente a la cocina y empezó a buscar algunos ingredientes que podía utilizar; afortunadamente, la cocina estaba limpia y ordenada, así que, encontró con facilidad todo los ingredientes y condimentos que usaría. Mientras tanto, al ver a la mujer trabajando rápidamente en la cocina, las dos personas del segundo piso se quedaron completamente estupefactas, pues no sabían lo que ella quería lograr; luego, Demarion hizo un puchero y, apoyándose contra la barandilla, preguntó: "Papá, ¿qué crees que está haciendo? Acaso, ¿está tratando de usar la comida para ganarse a Braint?".
"Hijo, tu hermano es muy quisquilloso con la comida y eso todo el mundo lo sabe; así que, no será tan fácil conseguir eso", le respondió el hombre a su hijo; aunque, mirando fijamente a la mujer, el sr. Valentine tuvo la sensación de que la conocía o, por alguna extraña razón, ella le resultara muy familiar.