Capítulo 238
Después de darse cuenta de que era muy probable que se hubieran equivocado, las caras de los tres se pusieron pálidas.
Condujeron el auto una cierta distancia.
Gustavo ya no pudo contenerse y detuvo el coche al costado del camino.
—Papá, si no es Caio, ¡entonces ahora prácticamente hemos ofendido a la familia Pérez otra vez!
Diego tenía un semblante sombrío.—Si no es Caio, ¿entonces quién podría ser?
—¿Tal vez malinterpretamos a Ana y, en realidad, no le pasó nada?—Laura consideró todas las posibilidades.
Desde el principio hasta el final, sin importar cuánto presionaron a Ana, ella nunca lo admitió.
Pero ellos no le creyeron.
—Debe haber alguien detrás de ella, de lo contrario, no se puede explicar por qué entró en el equipo de Don Fernando,—Gustavo siempre había despreciado a Ana.
Una mujer sin habilidades, con solo un rostro que podría atraer la mirada de un hombre, ¿entrando en un equipo al que tanta gente en Ciudad A quería unirse? Si decían que lo hizo por mérito propio, ¡ser
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