Capítulo 50
Una chispa de ira cruzó los ojos de Braulio; ya le había advertido la noche anterior.
Y, aún así, este tuvo la osadía de seguirlo.
Entró también en el edificio.
Julián estaba parado en la puerta del ascensor esperando y, al ver a Braulio llegar, dijo con sarcasmo: —Braulio, ha ocurrido un problema en Grupo Díaz, ¿por qué no vas a ayudar?
Braulio lanzó una mirada indiferente a Julián sin pronunciar palabra, fijando su vista en las puertas del ascensor que no se movían.
Ignorado, Julián, furioso por la humillación, espetó: —Olvidé que solo eres un conductor; por grande que sea el problema de la empresa, como conductor no puedes ayudar.
El rostro de Braulio se endureció: —¿Quién dice que no puedo ayudar?
Podría ayudar tanto con dinero como con contactos.
Sin embargo, Mónica tenía la capacidad de resolverlo por sí misma, y él prefería no intervenir.
Con desdén, Julián replicó: —Cuando hablas, deberías mirarte y ver si tienes el derecho.
¿Cómo vas a ayudar?
¿Con tus habilidades de conducció
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