Capítulo 35

Él no podía evitar sentirse emocionado; su brazo se hundía en una sensación suave mientras caminaba, y el cuerpo de Mónica se balanceaba hacia adelante y atrás, como si le estuviera dando un masaje. Tras caminar unos pasos, se encontraron con gente de la familia Díaz, con quienes Mónica siempre charlaba sonriente antes de seguir su camino. No fue hasta que entraron en el patio de su casa que Mónica, con el rostro sonrojado, soltó el brazo de Braulio. Sentía que su cara ardía de calor. Braulio perdió la sensación de suavidad en su brazo, sintiéndose algo desolado. Parecía que Mónica solo actuaba para los demás, que todo era una farsa, pero él lo entendía; se conocían desde hacía poco y todo había avanzado demasiado rápido. En realidad, él tampoco estaba tan enamorado de Mónica, principalmente porque aún no conocía bien a esa mujer. El contacto reciente solo había despertado en él el deseo físico por el cuerpo de una mujer. Después de tres años sin contacto físico con una