Capítulo 262
Braulio de repente la atrajo hacia él, se inclinó sobre sus prominentes y redondeadas nalgas y levantó la mano para golpear.
¡Paf!
La mano cayó sobre las nalgas, el sonido fue nítido, los músculos de las nalgas temblaron como gelatina, vibrando tras el golpe.
Silvia solo sintió que sus nalgas ardían, un hormigueo extraño.
—¿Qué... Qué estás haciendo?
Braulio, sin decir una palabra, levantó la mano y le dio varias palmadas más.
¡Paf, paf, paf...!
Después de una docena de palmadas, Silvia estaba llorando.
Un sentimiento de humillación y un miedo desconocido.
Estaba temblando de miedo.
Braulio detuvo su mano: —¿Sabes qué hiciste mal?
Silvia asintió repetidamente: —Sé que me equivoqué, lo que dije estuvo mal.
No debería haber pedido que Mónica te despidiera, no debería haberte amenazado.
Soy una persona despreciable, no... No debería haberte insultado.
Braulio asintió: —Recuerda, no me provoques, no solo tú, sino también Santiago.
¡Quien me provoque, pagará el precio!
¡Métete en el coche,
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