Capítulo 224
—¡Ya que no estás dispuesta, entonces tendré que usar otros métodos!
Dijo mientras sacaba un paquete de polvo y lo vertía en la copa de vino tinto.
Levantó la copa y comenzó a agitarla lentamente.
El líquido rojo reflejaba una luz seductora bajo la iluminación.
Mónica, aterrorizada, preguntó con inquietud:—Ezequiel... ¿qué... qué le pusiste al vino?
Ezequiel mostró una sonrisa perversa, mirando el cuerpo exuberante de Mónica:—Por supuesto, algo bueno.
¿No eres fría y distante?
¿No me rechazaste?
Pues después de beber esto, ¡me suplicarás que te use!
¡Ja, ja, ja, ja...!
Mónica miró al hombre que parecía un loco, aterrada hasta el punto de perder el aliento:—Puedo darte dinero, lo que quieras.
Por favor, ¡déjame ir!
Ezequiel se acercó con la copa en la mano, le agarró el cabello y se la acercó a la boca:—Ahora, suplica que te deje ir.
Después de beber este vino, ¡me suplicarás que no te deje ir!
¡Ja, ja, ja, ja...!
Mónica intentó soltarse, pero Ezequiel la sujetaba firmemente del cabello
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