Capítulo 27
Ana percibió mis intenciones.—¿Adónde vas? Te acompaño, o...
—Ven a ayudarme a organizar mi pequeño nido,—la interrumpí.
Ella me miró sorprendida.—¿Esto es algo que ya tenías planeado?
—No es que lo haya planeado con mucha antelación. Es algo que decidí anteayer,—señalé con el dedo el asiento trasero, donde aún estaban las sábanas que había comprado.
—Las compré ayer con Laura,—dije, provocando que Ana me mirara con una expresión de asombro, sus ojos llenos de curiosidad.
De camino a mi casa, le conté todo a Ana, quien, indignada, asintió repetidamente.—Hiciste bien en no casarte. Alejandro es el típico sinvergüenza del nuevo siglo, que quiere tenerlo todo.
—Un sinvergüenza es un sinvergüenza, sin importar el siglo,—bromeé también.
Ana me miró.—Carmen, si estás triste, no necesitas fingir una sonrisa delante de mí.
—La verdad es que no estoy tan triste, de verdad,—dije mientras miraba la carretera delante de mí.—Quizás mis sentimientos por él eran tan superficiales como los
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