Capítulo 208
—Cuñada, gracias por amar a mi hermano, por haberlo elegido.
Con estas palabras, Silvia alzó su copa hacia mí con gran respeto, sus ojos llenos de lágrimas.
En ese instante, mis ojos también se llenaron de lágrimas.
Sin embargo, yo sonreía: —Observa lo que dices, como si nadie más deseara a tu hermano.
Silvia frunció el ceño, y yo tomé el café que me ofrecía, dándole un sorbo.
El sabor del café, claro y con un aroma floral, inundó mi boca; era la primera vez que saboreaba algo tan dulce y puro.
Era realmente agua de rocío, una rareza, muy especial.
—Cuñada, mi hermano no busca novia porque teme que la mujer con la que se case no me trate bien, que me rechace... —Silvia no terminó la frase y se detuvo de repente.
Comprendí por qué se había callado de repente.
Temía que Adrián no me hubiera contado sobre su enfermedad, temía que al saber que ella estaba enferma, yo pudiera rechazar a Adrián.
No pude evitar tomar otro sorbo de ese néctar de café: —¿Rechazarla porque está enferma? ¿Ves lo
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