Capítulo 1135

La vendedora no se atrevió a demorarse más. Rápidamente dejó a un lado sus pensamientos y llamó al encargado para pedirle los coleccionables. En cuanto el encargado supo que se trataba de Julian, ordeno a la vendedora que trajera los coleccionables. Luego, él mismo se acercó corriendo. Estos preciosos coleccionables eran todos diamantes rosas grandes de primera calidad, diseñados para ser colocados en anillos. Eran sus productos estrella, diamantes rosas de gama alta, cada uno de los cuales pesaba nada menos que sesenta quilates. Aunque los diamantes de sesenta quilates no eran particularmente raros, lo que los diferenciaba de los demás era el hecho de que originalmente se transmitían entre la realeza y la nobleza europeas. Más tarde, llegaron al país y se convirtieron en las preciadas posesiones de esta joyería. Los clientes normales no tenían el privilegio de ver semejantes tesoros. Por decirlo suavemente, una sola mirada a un diamante de esta calidad costaría al menos un millón