Capítulo 18
Después de veinte minutos, Diego regresó.
Llevaba puesta una camisa blanca impecable y su rostro, siempre atractivo, no había perdido para nada su habitual frescura. No se podía negar que, siendo un hombre con dinero, poder y buena apariencia, era natural que despertara cierto tipo de deseos.
—Diego. —Las manos de Elena se apretaron de forma involuntaria mientras se levantaba con una mirada llena de agravio: —Lo siento.
Diego se acercó a ella y con un gesto cariñoso pellizcó con suavidad sus cachetes: —Está bien, ¿por qué te disculpas?
—No debería haber usado dinero para hacer que Silvia se fuera. —Elena, algo temerosa de él, confesó sin atreverse a mirarlo: —Ella es tu esposa y la madre de Carlitos, lo siento mucho.
—El que debería disculparse por eso soy yo. —Diego la atrajo hacia sí y la abrazó, su voz más suave y tierna que nunca.
Elena: —¿…?
Silvia: —¿…?
Ambas expresaron su confusión al mismo tiempo.
—Fue mi falta de seguridad en todo esto lo que te llevó a actuar así. —Dijo Diego al soltarla, su voz baja y tranquilizadora: —No te rebajes a hacer esas cosas de nuevo, cualquier cosa, siempre dímelo.
Elena estaba un poco confundida, no esperaba esa respuesta: —¿Realmente no estás enojado conmigo?
Diego, con los labios fruncidos, dijo solo un monosílabo: —No.
—Muchas gracias, Diego, no lo haré más. —El corazón tenso de Elena se relajó un poco en ese momento, sabiendo que no tomaría en cuenta este tipo de incidente, aunque también comprendió que esas palabras eran solo un pretexto dicho para que Silvia escuchara, la última parte fue un simple recordatorio velado para ella.
—Francisco. —Dijo Diego, sin mirar a Silvia en ningún momento.
Francisco se acercó de inmediato: —Señor Diego.
—Cancela todos los permisos de Silvia en esta casa. —Le ordenó Diego: —Incluyendo, todas las contraseñas de las habitaciones y el acceso a las cámaras de seguridad.
—Sí. —respondió Francisco, y se puso en marcha.
Poco después.
Todos los permisos de Silvia en la casa fueron revocados.
Las contraseñas cambiaron de inmediato, y las cámaras se desconectaron.
Desde ahora, si quería entrar, necesitaría la aprobación de Diego.
—Lamento que Elena te haya causado problemas. —dijo Diego sacando veinte dólares de su bolsillo: —Esto es por tu angustia emocional, después de todo, ella no te causó un daño real, esto debería ser suficiente.
Silvia ni siquiera pudo enojarse con eso.
Había imaginado que Diego la pondría en una situación difícil, pero nunca esperó que fuera de esta manera tan humillante.
—No es necesario que hagas esto. Su tono era muy calmado, y la manera en que los miraba era casi como si viera a personas con discapacidades mentales. —Ustedes necesitan más este dinero que yo, llévenlo y háganse un chequeo cerebral en el hospital, a ver si tienen por cierto alguna enfermedad grave.
Sin prestar atención a las expresiones de Diego y Elena, subió apresurada las escaleras para buscar su bolso.
Elena, ofendida por el comentario, intentó decirle algo a Diego, pero cuando levantó la mirada, vio que sus ojos seguían atentos a Silvia subiendo las escaleras, con una emoción que nunca había visto en él.
Era como la admiración, pero también como la satisfacción.
Como si viera a su propio hijo bien portado, que de repente había crecido y aprendido a manejar las cosas tranquilamente por su cuenta.
—Diego. —Elena lo llamó.
Diego desvió enseguida la mirada y la observó, la emoción en sus ojos había desaparecido completamente: —¿Qué pasa?
—Nada. —dijo Elena, sabiendo que había cosas que no debía decir en ese momento.
Poco después.
Silvia bajó las escaleras con su bolso, y al pasar junto a Diego se detuvo justo a propósito, su tono lleno de sarcasmo indiscutible: —¿Vamos a hacer ese chequeo hoy? No vayas a decir que tal vez apenas salga por esa puerta, me acuses de haber robado tus cosas.
—No es necesario, confío en la integridad de la señora Silvia: —Diego inusualmente no la molestó
Silvia no lo miró más y salió de la villa.
Justo después de que ella se fue, el celular de Diego recibió un mensaje: [Presidente Diego, la madre de la señorita Silvia ha tenido un accidente.]
Al mismo tiempo, Silvia también recibió una llamada inesperada del hospital: —Señorita Silvia, la condición de su madre ha empeorado de repente y necesita una cirugía, esperamos que pueda venir al hospital pronto para firmar la autorización.