Capítulo 29
—¡Bien, bien!
La familia Fernández se levantó una tras otra para brindar por Eduardo.
Solo Alejandro permaneció sentado, inmóvil, como si fuera un extraño.
—Alejandro, ¿por qué no te levantas y brindas por el señor Eduardo? —reprendió Ana.
Alejandro miró a Eduardo de reojo con indiferencia. —¿Brindar por él? ¿Se lo merece?
Alejandro había facilitado la colaboración entre Farmacéutica Mar y la familia López, y aún así, Eduardo se había atribuido el mérito, algo que Alejandro consideraba ridículo.
¡Pam!
Ana golpeó la mesa furiosamente y gritó: —¿Qué estás diciendo, desgraciado? El señor Eduardo es un benefactor de nuestra familia Fernández, ¿cómo te atreves a faltarle el respeto?
—Deja, señora Ana. —intervino rápidamente Eduardo.
—Es mi culpa, accidentalmente rompí el vino de Alejandro, seguramente está enojado, lo entiendo.
Al decir esto, insinuó que Alejandro era mezquino.
—Son solo dos botellas de vino, ¿qué más da? Mira el vino que trajo el señor Eduardo, el mejor vino tinto, trein
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