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Capítulo 17

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Alejandro. Intentó alcanzar la primera fase de meditación y lo consiguió con éxito justo cuando estaba a punto de levantarse. De repente, un poderoso torrente de energía surgió por todo su cuerpo. Esa fuerza le resultaba inmensamente familiar; era su propia energía, aunque reducida a una décima parte de lo que había sido. Aunque había perdido toda su energía interna, no se había disipado completamente; una pequeña parte había permanecido latente dentro de él, como en hibernación. Con la reactivación de su centro de energía, esa energía latente comenzó a resurgir, fluyendo hacia su centro. Cuando Alejandro se levantó de nuevo, ya había alcanzado la energía interna correspondiente a la tercera fase de meditación. Aunque aún lejos de su plenitud, tal fuerza era suficiente para hacerle invencible en la vida cotidiana. Sin tiempo para consolidar su nuevo estado, Alejandro se dirigió hacia el exterior. Ahora que había recuperado su fuerza, era el momento de ayudar a Carmen con los problemas que enfrentaba. ...... ¡Chas! El largo vestido blanco de Carmen fue desgarrado por Ricardo, quien actuaba como un desquiciado, dejando una gran abertura. Su espalda, blanca y hermosa como el jade, sintió el frío aire, lo que avivó los deseos de Ricardo, cuyo rostro, deformado por una sonrisa siniestra, parecía el de un demonio surgido del infierno. —¡Fuera, maldito loco!— gritó ella. Carmen no tenía la fuerza para sobrepasar a Ricardo, pero luchaba desesperadamente. Aprovechando un descuido, mordió el brazo de Ricardo con toda su fuerza, concentrando en aquel mordisco todo el poder de su ser. “¡Ah!” Los gritos de dolor de Ricardo resonaron mientras Carmen le arrancaba un trozo de carne del brazo. Con la boca ensangrentada y los ojos llenos de un espíritu indomable y frenesí, Carmen, una reina que había superado innumerables adversidades en el mundo de los negocios, parecía frágil y delicada por fuera, pero su espíritu era inquebrantable. Hoy, preferiría morir antes que dejar que ese loco de Ricardo triunfara. "¡Aaaaah!" Ricardo pateó a Carmen, alejándola de él mientras sostenía su brazo ensangrentado y gritaba de dolor. "Hmph." Pablo, de pie a un lado, observaba con desdén. No podía ni manejar a una mujer; en sus ojos, Ricardo era un incompetente. Si no fuera por las órdenes de su maestro, ¿cómo podría él asociarse con alguien así? —¡Perra, maldita perra, te atreves a morderme! ¡Te haré sentir el dolor de ser consumida por el deseo! Con el rostro distorsionado por la ira, Ricardo sacó una píldora roja de su bolsillo. Al ver la píldora, los ojos de Pablo se endurecieron ligeramente. Era la píldora de la pasión, creada por su maestro. El efecto de la droga era potente; incluso él, un experto en artes marciales, luchaba por controlar sus deseos después de tomarla, mucho menos una persona común. Increíble que este inútil hubiera conseguido tal medicina del maestro. —Hoy, haré que te conviertas en la mujer más despreciable del mundo, dásela,— ordenó Ricardo. Con un gesto de su mano, dos hombres de negro se acercaron rápidamente, forzaron la boca de Carmen y le introdujeron la píldora roja. Carmen, frágil y débil, no pudo resistirse y, cuando la soltaron, cayó al suelo intentando vomitar, tratando de expulsarla. Sabía que eso no era nada bueno. Pero Ricardo solo se reía con crueldad: —Carmen, no podrás escupirla, se disuelve al contacto. Pronto, te sorprenderás de tus propias acciones... Mientras su brazo le dolía hasta hacerle revolcar los ojos, su boca se torcía en una risa. Su distinguido padre le había dicho que si hoy humillaba a Carmen en público, él sería el heredero de la familia Sánchez. Ricardo estaba loco de excitación; ¿podría haber algo mejor? Carmen siempre había sido la mujer que más deseaba, y a pesar de las advertencias de su padre, hasta ahora no había osado usar medios drásticos para tenerla.

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