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Capítulo 2

La noche era profunda y Alicia no podía conciliar el sueño. Enterró su cabeza en la almohada, perdida en pensamientos desordenados, cuando de repente una mano traviesa apareció alrededor de su cintura. Sintiendo el aliento ardiente detrás de ella, Alicia instintivamente se movió hacia afuera para esquivar el beso que estaba a punto de caer. Este acto de resistencia sorprendió a Rafael. Después de todo, en tres años de matrimonio, siempre había sido Alicia la que tomaba la iniciativa. Que ella lo rechazara cuando finalmente él sentía algo, lo llevó a preguntar: —¿Estás de mal humor? —Me llegó el período. Alicia inventó una excusa al azar, y Rafael, sin pensar mucho, simplemente asintió y cuidadosamente arregló la esquina de la cobija. Como era habitual antes de dormir, Rafael de repente recordó el contrato de propiedad del día y preguntó: —¿Dónde está el contrato de propiedad? Quiero revisarlo por si hay algún error. El corazón de Alicia comenzó a latir fuertemente mientras lo miraba fijamente. —¿Realmente quieres verlo? Rafael, viendo su expresión nerviosa, frunció ligeramente el ceño y asintió levemente. Después de un largo silencio, Alicia se levantó y fue al estudio a buscar el acuerdo. Justo cuando estaba a punto de entregárselo, un abrupto timbre de teléfono sonó. Rafael contestó la llamada. —¡Rafa! Víctor López está borracho otra vez y causando problemas afuera, ven rápido, me da miedo. Recordando al exmarido agresivo de Carmen, Rafael cambió de expresión, se puso su abrigo y se apresuró a salir. Viendo su prisa, Alicia lo detuvo: —¿Es la hermana que quiere divorciarse la que tiene problemas otra vez? Rafael estaba a punto de responder, pero temiendo que ella pensara demasiado en medio de la noche, decidió exagerar la situación: —Sí, su exmarido está borracho y la está amenazando con un cuchillo afuera; tengo que ir a ver, podría haber peligro de muerte. Alicia no intentó retenerlo, solo le pidió que tuviera cuidado. Después de que Rafael se fue, y hasta que el cielo se aclaró, Alicia no pudo cerrar los ojos. Tomó su teléfono para ver la hora, pero accidentalmente encontró que Carmen había publicado una nueva actualización de estado. En el video, un sol rojo surgía lentamente entre las montañas, derramando un brillo dorado por todo el cielo. Desde todas direcciones llegaban exclamaciones de asombro; la cámara giró, y la figura de Rafael pasó fugazmente. —El oscuro ayer ha terminado, todo renacerá. Viendo la frase final congelada en la pantalla, el corazón de Alicia se sintió apretado, un dolor oculto creciendo lentamente. Parecía que Carmen había terminado exitosamente su anterior matrimonio. Con la ayuda de Rafael, el as de los abogados que la había amado durante años, y sabiendo que ella quería divorciarse, seguramente la había ayudado sin reservas. Ahora que estaba soltera, no pasaría mucho tiempo antes de que Rafael propusiera divorciarse para estar con ella. No necesitaba preguntar para imaginar esa escena. Una sonrisa irónica apareció en el rostro de Alicia, su corazón lleno de tristeza. El divorcio iba a suceder tarde o temprano; ella simplemente había adelantado el tiempo. ¿No sería mejor tomar la iniciativa de irse en lugar de esperar a ser abandonada y al menos mantener un poco de dignidad? Alicia dejó su teléfono y puso todas las cosas que habían comprado como pareja en una caja de cartón, arrastrándola a la planta baja. Justo cuando Rafael regresaba y veía su esfuerzo, rápidamente se acercó para ayudar: —¿Por qué estás tirando tantas cosas? Alicia bajó la mirada: —No las usamos normalmente, mejor tirarlas para no ocupar espacio. Rafael asintió, entendiendo, y tomó la caja él mismo. Mirando su figura alejándose, Alicia mantuvo una mirada serena. De hecho, solo bastaría con que Rafael abriera la caja para saber que lo que estaba a punto de desechar eran las cosas que alguna vez ella había atesorado. Con su inteligencia, seguramente podría deducir de este acto inusual su deseo de irse. La historia todavía podría haber tomado un giro. Pero Rafael no hizo nada. Simplemente tiró la caja en el basurero y se dio la vuelta. Sin ningún gesto adicional.

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