Capítulo 42
Carlos: “Bien.”
El ascensor llegó al último piso.
En el último nivel, solo había una vivienda.
Carlos abrió la puerta con su huella digital y un cerdito rosado salió corriendo de la casa, rozando sus pies y emitiendo gruñidos de satisfacción.
¡Era un mini cerdo rosado!
¿Quién iba a pensar que un hombre tan refinado como Carlos criaba cerdos?
¿Cuánto le gustarán los cerdos?
Ana nunca olvidará que, en su quinto cumpleaños, recibió un mini cerdo de regalo de él.
Muy parecido a este, al que ella llamó Tiramisú, su postre favorito.
—Cerdo, mira quién ha venido. —Carlos se agachó y giró la cabeza del cerdito, que estaba frotándose contra su pantalón, hacia Ana.
Ana: —......
Ella tuvo una corazonada...
El cerdito no parecía estar contento con el apodo que le daba Carlos y abrió la boca, haciendo un ruido de protesta, como si quisiera morderlo.
Pero su naricita rosada de repente detectó un olor familiar pero un poco extraño.
El cerdito olfateó de nuevo y se acercó cautelosamente a Ana
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