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Capítulo 10

—No hace falta agradecer... ¿Te dijo algo más? Elena tenía una tormenta de emociones por dentro, pero seguía mostrando una sonrisa dulce en su rostro. —¿Cómo sabes que tenía algo más que decirte? Javier, visiblemente emocionado, sacó una caja de pastel exquisita del asiento del copiloto y se la entregó junto con una cinta. —Este pastel es un regalo de bienvenida que el jefe me pidió que te trajera. Elena solía evitar los postres, especialmente los pasteles, para mantener su figura. Pero en cuanto vio el logotipo en el embalaje del pastel, "Felicidad", supo que era de una marca de renombre, muy querida por las damas adineradas. Los pasteles de esta marca eran ediciones limitadas, costosos y difíciles de conseguir incluso si tenías dinero. —Gracias, me encantan los pasteles de esta marca. —dijo ella, feliz, mientras aceptaba el pastel. —El jefe me pidió que te preguntara: ¿Podemos seguir en contacto? Javier, que un momento antes estaba riendo, de repente se puso serio. Fue entonces cuando Elena se dio cuenta de que en la parte superior de la caja del pastel había una pequeña tarjeta blanca con bordes dorados. Al abrirla, vio un número de teléfono escrito a mano y, al final, un apellido escrito con una caligrafía elegante y fuerte: Sánchez. Al ver ese apellido, su corazón comenzó a latir rápidamente. Sánchez, la primera de las cuatro grandes familias, ¿la familia Sánchez? No importaba quién fuera el jefe mencionado por Javier dentro de la familia Sánchez, su poder y estatus eran superiores a los de la familia Gómez... —Sí, puede. —Respondió con un tono tímido, aunque estaba eufórica por dentro. —De acuerdo, le comunicaré tu respuesta al jefe. No te molesto más. —Dijo Javier, dándose la vuelta para subir al coche y marcharse. Elena, mirando la caja de pastel en sus manos, se sentía extremadamente feliz. Luego miró la cinta en su otra mano, el diseño bordado le resultaba familiar, pero no lograba recordar de dónde. Se dio la vuelta y tiró la cinta a la basura. ¿Qué importaba de quién era? ¡Ahora la salvadora de ese misterioso jefe era yo, Elena! --- Después de dejar la Casa Ruiz, Javier llamó inmediatamente a Carlos. —Jefe, tal como me ordenaste, le entregué la cinta y el pastel. —¿Cómo reaccionó ella? —preguntó Carlos. —Muy contenta. Dijo que le encanta el pastel de la marca "Felicidad" y que seguirá en contacto. Respondió Javier, quien luego añadió con una sonrisa burlona: —Jefe, ten cuidado, esa chica parece menor de edad... Al otro lado del teléfono, Carlos frunció ligeramente el ceño al escuchar la palabra "contenta". Recordó aquel día en la montaña, la reacción de sorpresa de la chica cuando la llamó por su nombre y cómo huyó apresuradamente. Debido a su reacción extrema en ese momento, no se atrevió a buscarla directamente y envió a Javier a investigar primero. No esperaba que alguien estuviera tan ansioso por buscar problemas. —Te has equivocado de persona. —dijo Carlos con tono seguro, abriendo ligeramente sus delgados labios. En ese momento, el Audi negro en el que iba Carlos entró por la puerta del Colegio Internacional Sol de España y se dirigió hacia el edificio de profesores, donde estaba estacionada una limusina Lincoln. —¿Qué? —Javier, que estaba de buen humor, se sorprendió. —No puede ser, ella dijo que me vio en la montaña aquel día... ¡Maldita sea! Recordando su conversación con Elena, se dio cuenta de que había actuado con demasiada prisa y no se dio cuenta del error. —Voy a dar la vuelta ahora mismo... Diciendo esto, estaba a punto de encontrar un lugar adecuado para dar la vuelta. —No hace falta. Carlos colgó el teléfono y fijó su mirada en la chica que bajaba del asiento trasero de la Lincoln. La chica llevaba un elegante vestido blanco ceñido al cuerpo, su largo cabello negro estaba trenzado, y su perfil delicado no mostraba ninguna expresión. Transmitía una sensación de pureza y frialdad, casi intocable. —Carlos, hemos llegado. Dijo su asistente Mateo, después de estacionar el coche. Carlos no respondió desde el asiento trasero. Mateo salió del coche y abrió la puerta trasera con respeto, pero Carlos seguía sin reaccionar. Mateo, intrigado, miró al interior del coche y vio que su jefe no apartaba la vista de la ventana del otro lado. Afuera, en la puerta principal del edificio de profesores, un hombre vestido formalmente guiaba a una chica con un vestido de gala. ¿Una chica? Los ojos de Mateo se iluminaron de asombro. ¡Su jefe estaba prestando atención a una mujer!

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