Capítulo 91
Gonzalo no tenía ganas de comer en ese momento. Se levantó con el rostro serio y anunció: —Debo investigar quién se ha infiltrado aquí sin que lo notáramos.
La pérdida de ese veneno era un asunto serio.
Si el enemigo lo utilizaba para otros fines, ¡el veneno antiaris toxicaria, incoloro e inodoro, era indetectable!
Antes de salir, Gonzalo miró a Ángeles y le advirtió: —Ángeles, ten cuidado.
Ángeles asintió con la cabeza.
Gonzalo dejó apresuradamente el almacén de medicinas y, al pasar por donde estaba Lucía, recordó sus heridas y se detuvo un momento para decirle: —Hoy no te has cambiado el vendaje, ¿verdad? Cuando termine con esto, búscame y yo te ayudaré.
—Gracias, bisabuelo.
Lucía sonrió.
Anteriormente, habría estado encantada de escuchar palabras tan atentas, pero ahora... todo llegaba demasiado tarde.
Después de que Gonzalo se marchara, Ángeles también dejó el almacén de medicinas.
Lucía habló suavemente: —Tía, el sol está agradable hoy, ¿por qué no vamos al pequeño jardín a senta
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