Capítulo 304
¡¿Cómo se atrevían a burlarse de su señor Emilio?!
Pero Emilio, lejos de molestarse, soltó una gran carcajada que resonó por toda la estancia, golpeando varias veces los reposabrazos de su silla de ruedas. Su pecho vibraba incesante con el eco de su risa.
Solo cuando se hubo reído a gusto, volvió a mirar a Ángeles con una expresión indescifrable y le soltó sin miramientos: —No es de extrañar que Vicente se haya fijado en ti. Realmente eres... diferente.
—...
Un destello pasó de manera fugaz por la mente de Ángeles, y en ese instante supo quién era él.
Era lógico. Alguien que se atreviera a secuestrarla a plena luz del día, mencionando a Vicente con ese tono cargado de hostilidad, y considerando que el avión privado en el que la llevaban tenía como destino Ríoalegre...
La respuesta era realmente evidente.
¡Ese hombre no podía ser otro que el señor de Ríoalegre, Emilio!
Él... era simplemente como un perro rabioso.
Ángeles se sintió aliviada por un momento. Menos mal que
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