Capítulo 142
Un grupo de personas se dispersó como aves asustadas, dejando el callejón en completo silencio.
Ángeles, desde la esquina, se limpió las orejas con un gesto casual. Había escuchado toda la conversación y, para su sorpresa, Oscar había intervenido a su favor.
Este maldito... Seguro que no trama nada bueno.
Ángeles torció la boca con desdén y se dio la vuelta para marcharse.
Dentro de la pequeña casa, la mesa ya estaba servida con platos humeantes. La abuela Alzira, mientras servía agua, escuchó los pasos de Ángeles y miró hacia la puerta con curiosidad. —¿Y el invitado? ¿Por qué no entró contigo?
—Ah, dijo que le surgió algo de última hora y no podía quedarse —respondió Ángeles con absoluta serenidad, sin mostrar la más mínima señal de nerviosismo.
La abuela Alzira, aunque un poco decepcionada, no puso en duda las palabras de su nieta y suspiró resignada. —Bueno, entonces comamos nosotras solas.
—¡Claro que sí!
Apenas tomó los cubiertos y dio un bocado con satisfacción,
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