Capítulo 11
Patricia, aunque había estado triste, no había llorado durante este tiempo; se estaba conteniendo porque, al fin y al cabo, todavía amaba a Álvaro. Ahora, con los ojos enrojecidos y sin poder contenerse más, mordiéndose el labio, los ojos brillaban con lágrimas: —Álvaro es un desgraciado, un hombre malvado.
—¡Exactamente, es un desgraciado! La culpa es mía, debí haberte detenido desde el principio.
Se unió Beatriz al reproche, con más vehemencia que Patricia: —Eres demasiado tolerante, permites que todos te pisoteen.
—No puedo más, tengo que aclarar esto con Álvaro, ¿qué pretende? Se suponía que la casa sería para ti después del divorcio, y ahora quiere dársela a su amante.
Patricia la detuvo: —No, Beatriz, no es necesario, déjalo.
—¿Vas a tragarte ese mal trago?
—No voy a venderle la casa. —Patricia apretó los labios; no era que no pudiera resignarse, simplemente no quería ser manipulada por Álvaro. ¿Por qué debería facilitarle complacer a su nueva pareja? —La venderé a un precio bajo
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