Capítulo 30 Las verdaderas intenciones son otras
—¡Jajajajaja...!
Samuel no pudo evitar soltar una carcajada, y luego miró a Simón como si estuviera viendo a un tonto, preguntando:
—¿Vender por veinte millones de dólares? ¿A quién se los vas a vender? ¿Qué clase de idiota pagaría veinte millones de dólares por esos cachivaches?
—La persona no está lejos, está justo frente a ti.
—¿Justo frente a mí? ¿Quién? ¿Quién sería tan tonto?
—¡Por supuesto que tú, Sam el Risueño!
Esta respuesta dejó a Samuel momentáneamente atónito.
Luego...
—¡Jajajajaja...!
Soltó otra carcajada y luego dijo con sarcasmo:
—¿Qué dices? ¿Quieres venderme estos tres objetos por veinte millones de dólares?
Jefa Sara, tu asistente, ¿acaso se escapó de un hospital psiquiátrico? ¿Tiene problemas de la cabeza? Si su cerebro funcionara bien, ¿cómo podría decir semejante barrabasada?
¿Engañarme para que compre estos tres objetos por veinte millones de dólares? Si logras hacerlo, me inclinaré ante ti y te llamaré maestro.
Samuel estaba completamente seguro de sí mismo. En

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