Capítulo 305
Después del divorcio, ella se mostraba feroz ante él, como un pequeño gatito que, con sus diminutas garras extendidas, le arañaba el corazón.
No dolía, pero le provocaba una intensa comezón.
Raquel chocó contra su pecho y, de inmediato, quedó envuelta en su limpia y fresca fragancia masculina. Forcejeó con más fuerza. —¡Suéltame!
Alberto extendió la mano y, con un solo movimiento, la empujó sobre la cama.
La delicada y esbelta espalda de Raquel se hundió en la suavidad del colchón. Apenas intentó incorporarse cuando él volvió a inclinarse sobre ella. Alberto apoyó una rodilla en la cama, con ambas manos a los lados de su cuerpo, y la observó con una sonrisa entre divertida y desafiante. —Dime, Raquel, ¿qué tan formidable eres?
Parecía burlarse de ella. El enojo tiñó sus mejillas de un leve rubor y, con la mirada encendida, replicó: —No se trata de decirlo. Muy pronto te demostraré lo increíble que soy.
Alberto sintió un cosquilleo aún más intenso en su interior. Sujetó su pequeña barbi

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