Capítulo 126
Alberto también se dio cuenta de que algo no estaba bien. La miró por un momento y luego soltó su mano.
El pequeño pie blanco y suave de ella se retiró al instante, ocultándose bajo su falda.
Alberto se sentó erguido y volvió al tema. —Este asunto lo resolveré yo...
Raquel, acurrucada en la cama, se negó. —Presidente Alberto, gracias por su buena intención, pero no es necesario.
Alberto la miró fijamente. —Raquel, no seas ingrata. ¿Crees que me interesa meterme en tus problemas?
—¡Entonces no te metas! Desde el momento en que me echaste de la casa Díaz, mis problemas ya no te conciernen.
La atmósfera entre los dos se tensó de inmediato. Alberto estaba al borde de la furia.
En ese momento, Raquel levantó una ceja con sutileza, y sus ojos brillantes se posaron nuevamente sobre él. —¿No te satisfizo Ana anoche?
Alberto se detuvo en seco.
—Si te satisfizo, ¿qué buscas conmigo? ¿No es solo porque quieres que te ayude una vez más y te lo agradezca?
Alberto recordó aquella no

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