Capítulo 100
Ramón miró a Alberto: —Alberto, ¿por qué no dices nada?
El rostro tan apuesto de Alberto no mostró ningún cambio de emoción: —¿Ella ya lo dijo todo?
Lo que ella diga, eso es lo que vale.
Raquel se sintió algo incómoda: —Presidente Alberto, señor Ramón, sigan conversando. Yo me voy.
Raquel salió.
Ramón se acercó a Alberto, visiblemente molesto: —Alberto, deberías ser más comprensivo.
Alberto levantó la mirada, confundido, y miró a Ramón.
—Cuando yo y Raquel estemos juntos, deberías encontrar una excusa para irte y darnos la oportunidad de estar a solas. ¿Entiendes?
Alberto permaneció en silencio.
Este era su oficina. ¿Acaso él era el que sobraba aquí?
Alberto, con un tono irritado, dijo: —Entonces, vayan ustedes.
—No, Alberto, ¿qué actitud es esa? Soy tu mejor amigo. ¿No deberías ayudarme? Y además, antes tú apoyaste que yo persiguiera a Raquel.
Alberto se quedó en silencio.
Raquel aún era su señora Díaz, y a él no le agradaba mucho la idea de que su amigo estuviera persiguiendo a su es
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