Capítulo 76
—¡Yaritza!
Cada palabra que salía de su boca lo hacía con peso, como si Yaritza fuese un enemigo a quien odiaba profundamente.
—¡Yaritza, realmente deberías morir!
Los pensamientos dispersos de Yaritza empezaron a concentrarse poco a poco. Ella levantó la cara, aunque sus lágrimas no llegaron a caer, su expresión seguía siendo de desolación.
—Dieguito, te entrego mi vida, ¿podrías prestarme dinero para salvar a Daniel, por favor?
El dolor en el estómago de Yaritza resurgió, con un calambre que la hizo tambalearse y casi caer al suelo.
Rápidamente, sacó unas pastillas para el dolor de su bolsillo y se tragó cuatro o cinco con dificultad.
Justo después de tomar la medicación, el dolor no se alivió mucho, y sus manos seguían temblando incontrolablemente.
Temblorosa, recogió el cuchillo de frutas que había caído al suelo y lo levantó frente a Diego: —Dieguito, ¿quieres que me muera, verdad? ¡Aquí tienes el cuchillo! Puedes hacerme lo que quieras, solo te pido que salves a Daniel, ¿puedes?
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