Capítulo 11
Las personas que realmente quieren irse no lo anuncian. Solo se envuelven en una chaqueta una mañana cualquiera, empujan la puerta y se van. Sin mirar atrás.
Como una hoja seca llevada por el viento.
Sin despedidas. Incluso decir "adiós" sería un desperdicio de palabras.
Ramón se cubrió la cara con ambas manos y rompió en llanto.
Él lo sabía. Desde siempre lo había presentido.
Desde el momento en que vio a Alejandra quemar todas sus fotos juntos.
Ese día, aunque ella estaba sentada en el patio como siempre, sus ojos… sus ojos ya no tenían luz. Solo un vacío inmenso.
'Si tan solo hubiera hablado con ella ese día…' pensó. 'Tal vez las cosas no habrían llegado hasta aquí.'
Pero no. La verdad era otra. Tal vez desde el instante en que él, junto a los Gómez, le puso presión a Alejandra para que entregara su patente… en ese momento, su corazón ya estaba roto.
Eso no pasa de la noche a la mañana. Es un apagarse lento, tras muchas decepciones.
—No… no. Tengo que traerla de vuelta. —murmuró Ram

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