Capítulo 9
—No quiero que en el futuro él ande de parranda por ahí, generando rumores que me perjudiquen.
Miré la expresión de Sara; estaba visiblemente enfadada.
—Miguel, ¿qué está pasando aquí exactamente?
—Yo fui testigo del compromiso entre tu familia, los Fernández, y la familia López. ¿Cómo es posible que las cosas hayan llegado a este punto?
—Si no te gustaba María, deberías habérselo dicho a los mayores antes. No te habrían obligado a mantener el compromiso.
Fruncí un poco el ceño, pero me acerqué a Sara con cortesía.
—Sara, a mí me gusta María.
—¿Ah sí? ¿Y por eso haces esto? ¿Por eso andas tonteando con otra mujer, y encima con una actriz?
Sara me dio una pequeña palmada en el brazo.
Las miradas de todos los presentes estaban cargadas de decepción.
Esas miradas parecían pensar que Miguel, o sea yo, era un inútil y un libertino.
Pero negué con la cabeza y dije:—Yo de verdad quise a María, pero eso fue en el pasado.
—Durante todos estos años, me he esforzado por tratarla con la mayor dedicación, pero ella nunca ha tenido sentimientos por mí.
—Así que, Sara, no soy yo el que es infiel. Además, entre la mujer de la foto y yo no hay absolutamente nada.
Clavé mis ojos en los de María y le dije:—Ella sabe perfectamente que tenemos un compromiso, pero aun así se ha ido a enredar con otro hombre. ¿Y eso qué significa?
—¡Miguel! ¡Aclara lo que estás diciendo! ¿Cuándo me has visto a mí involucrada con otro hombre?
Negué con la cabeza.—María, estaba tratando de mantener tu dignidad, pero eres tú quien la está perdiendo.
—¿Quieres que hablemos de tus líos con otros hombres? Pues el niño en tu vientre lo dice todo.
—Ese hijo no es mío, así que ni intentes culparme.
Mis palabras dejaron a Sara completamente desconcertada.
Sus ojos iban de mí a María, y por un momento pareció incapaz de procesar lo que había escuchado.
Las miradas de todos los presentes reflejaban sorpresa.
Como si estuvieran presenciando una escena de teatro apasionante.
—¡Mentiroso! ¡Estás inventando todo!
—Si crees que estoy mintiendo, investígalo por tu cuenta. Tía Carmen, un embarazo no es cosa de juego. Creo que deberían hacer tiempo para conocer al verdadero novio de María.
—¡Miren a su hija y juzguen ustedes mismos el tipo de persona con quien ha decidido involucrarse!
Al terminar de hablar, me di la vuelta y me marché sin más.
La foto que María había usado para difamarme, la rompí en pedazos sin dudarlo.
Detrás de mí, el caos estalló. Carmen se lanzó hacia María y la sujetó con fuerza.
—¡Miguel! ¿Quién te lo contó? ¡Dime quién te lo contó!
La voz enfurecida de María resonaba en mis oídos.
Ni siquiera me molesté en mirar hacia atrás.
Sabía perfectamente que en ese momento María debía de tener una expresión deformada por la rabia.
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Ana! ¡Maldita seas, Ana! ¿Cómo pudiste contarle todo a él?
Sus gritos continuaban, y parecía que se mezclaban con las reprimendas de Sara.
Cuando salí del lugar en mi coche, vi cómo Carmen y Luis arrastraban a María hacia su auto.
Este escándalo había sido tan grande que probablemente la familia Fernández no podría evitar la vergüenza que María les había causado.
En estas familias aristocráticas, ¿quién podría tener una mala situación económica?
En estas familias de alta sociedad, ¿quién podría aceptar a una mujer que ya había estado embarazada?
Con este alboroto, ¿María aún podría casarse con alguien de su mismo estatus?
Lo tenía claro: María ya no tenía opción.
Comprendí perfectamente lo que ella pretendía con toda esta escena de hoy.
Después de todo, yo era el hombre con quien la familia y la sociedad habían acordado su matrimonio.
Y ella quería, frente a todos los presentes de alta sociedad, pisotearme y desvincularse de mí.
Así, tendría el camino libre para estar con Alejandro.
No me oponía a que quisiera separarse de mí.
Su error fue intentar arruinar mi reputación.
Si quería manchar mi nombre, entonces yo la haría quedar en la más absoluta deshonra.
María, como siempre, era experta en cavar su propia tumba.