Capítulo 41
El hombre no la besó, tampoco le habló.
Todo a su alrededor era oscuro y silencioso, sólo se escuchaban las gotas de lluvia golpeando la ventana del coche.
Aurora había esperado con dificultad que alguien llegara, pero no hubo ningún ruido, sólo su llanto ahogado.
Su llanto, parecido al de un gatito, en ese ambiente, parecía una pluma rozando el corazón del hombre.
En la oscuridad, no se podía ver el rostro del hombre, que se mostraba contenido y desagradable.
Cuando ella pudo moverse libremente, se abrazó al cuello del hombre y preguntó ansiosa: —Gastón, ¿por qué no me besas? ¿Ya no te gusto?
En la oscuridad, se escuchó una risa burlona y Aurora besó al hombre.
El hombre en la oscuridad, con voz ronca, dijo: —Esto es lo que pediste.
Gastón había venido en coche.
llamó a Tomás.
Tomás contestó el teléfono, pero no habló.
—¿Tu sorpresa es ver a otros amarse en una noche de lluvia?
—Gastón, ¿eres un caracol? Qué lento.— Tomás suspiró, había avisado a Mateo para que condujera hacia la casa
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