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Capítulo 1

Aurora llegó al distrito artístico para la subasta de joyas y, justo al bajarse del coche, vio a Juan hablando con alguien en la entrada, acompañado de su amante. Era una mujer hermosa y pura, rara vez vista, inmaculadamente blanca, ¡como la luna en el cielo! Siempre supo que Juan tenía buen gusto, pero no esperaba que también supiera elegir tan bien a las mujeres. Aurora observó durante un buen rato, hasta que sus ojos comenzaron a irritarse. Su amiga, compadecida de ella, tomó su brazo y dijo: —No vayas, yo pujaré por ti. Aurora sonrió levemente; ver a su esposo cariñoso con su amante no era gran cosa. Era como si Juan, al ver a su esposa, no mostrara ni un ápice de vergüenza o incomodidad, mirándola fríamente como si no la conociera. Él nunca la había valorado, y ella ya estaba acostumbrada a ello. Aurora y su amiga entraron al lugar y se sentaron en sus asientos. Curiosamente, Juan estaba sentado justo en la fila delante de ella, y la mujer se apoyaba en su hombro. Aurora no prestaba atención a ellos; había venido a pujar por un broche que había visto dos veces durante la previsualización y quería comprar para regalar a su madre. Era un broche antiguo con dos plumas superpuestas, una grande y una pequeña, combinadas con oro, diamantes y turquesa, simple y limpio, pero sorprendentemente impresionante. El precio se elevó varias veces, y las damas de la alta sociedad presentes, viendo cuánto lo deseaba Aurora, no compitieron, respetándola como la joven presidenta de un grupo de moda. El precio llegó a ochocientos ochenta mil dólares, y justo cuando el subastador estaba a punto de finalizar, la mujer apoyada en el hombro de Juan levantó su paleta. Aurora frunció el ceño, y su amiga, incapaz de contenerse, hizo una oferta en respuesta. Parecía un duelo entre las dos, y después de varios intercambios, el precio se disparó a un millón trescientos mil dólares. Cada vez que su amiga ofrecía, la otra mujer también levantaba su paleta. Aurora se serenó y sacó su teléfono de su bolso para enviar un mensaje privado a Juan por Instagram: [Quiero este broche.] Observó cómo Juan sacaba su teléfono, lo miraba, y luego lo guardaba sin impedir que su mujer siguiera ofertando. Aurora respiró hondo y editó otro mensaje: [Este broche es muy importante para mí.] Después de enviar el mensaje, Juan no volvió a mirar su teléfono. La esperanza de Aurora se desvanecía con cada segundo que pasaba, esperando en vano. Ella lleva casada con Juan tres años. Una semana después de obtener su certificado de matrimonio, él partió al extranjero, volviendo solo unas pocas veces al año, y ella, como su esposa, siempre fue la última en saberlo. Como hoy, si no lo hubiera encontrado, aún pensaría que está en el extranjero. ¿Cómo podría ilusionarse con que un esposo que no muestra ningún interés por ella la ayudaría? Se rió de sí misma con sarcasmo, cambió el contacto en Instagram y envió un mensaje. Poco después, Juan se levantó para atender una llamada, pero cuando regresó, su mirada cayó sobre ella como una hoja afilada. Aurora lo ignoró; el broche era un recuerdo de su padre, y había recurrido a su suegra para presionar a Juan, para que se lo cediera, debido a su desesperación. Sin embargo, las cosas no se desarrollaron como esperaba. Cuando Juan se sentó de nuevo, la mujer a su lado gritó directamente una oferta de 2,850,000 dólares. Su amiga, enfurecida, quiso aumentar la oferta, pero Aurora, con los ojos enrojecidos, la detuvo. En Ciudad del Mar, ¿quién podría superar la riqueza de Aurora? Aunque estaba acostumbrada a su indiferencia y su desapego, su corazón aún se sentía como si hubiera sido desgarrado. ... Al finalizar la subasta, Aurora encontró a Juan y se humilló: —¿Podrías cederme el broche? Puedo pagarte el doble de su precio. Juan, muy alto, la miraba con una indiferencia extrema. Aurora, de gran belleza, con su cabello suelto y su piel blanca, levantaba ligeramente la barbilla con una mirada suplicante que fácilmente despertaba compasión. En aquel entonces, con esa misma apariencia inofensiva, le dijo a sus padres: —¿Podría tener a Juan, por favor? El frío en sus ojos se intensificó, y dijo: —Una vez ya es suficiente. El rostro de Aurora se palideció; "esa vez"... Juan pensaba que lo de hoy, como cuando se casaron hace tres años, era otra lucha por arrebatar algo de manos de otra mujer. —No es así... Juan no quiso escuchar su explicación, tomó la caja de joyería que le ofreció el organizador y se giró para marcharse. Desesperada, Aurora lo agarró del brazo: —Es de mi padre... Su mirada estaba llena de un frío penetrante y un profundo desdén al ver sus dedos en su brazo. —¡Suéltame! Aurora recordó el día que obtuvieron el certificado de matrimonio. En el momento en que tuvo el certificado en sus manos, quiso dar tres vueltas de felicidad, pero él la miró de la misma manera y le dijo: —Aparte de este certificado de matrimonio, no obtendrás nada más. Juan cumplió su palabra. Aurora intentó soltarlo, pero había buscado ese broche durante mucho tiempo, era un pequeño recuerdo para su madre. Conteniendo su dolor, suplicó: —Juan, te lo ruego... Juan se sacudió su mano. —¿No te rogué yo alguna vez, señora Aurora?
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