Capítulo 4 La pérdida de la inocencia
Noelia nació en un pequeño pueblo del norte.
Durante el verano de su último año de secundaria, un grupo de desconocidos llegó al pueblo así de la nada.
Resultó ser que un anciano de la familia Cordero estaba gravemente enfermo, y su último deseo era ser enterrado en su tierra natal.
Así, que la familia Cordero se trasladó de vuelta a la casa de sus padres, solo tenían que esperar a que el anciano falleciera para poder regresar de manera victoriosa a su pueblo y así poder estar en paz tras la muerte de un miembro de su familia.
Para Noelia, fue difícil ignorar lo que ocurría.
Su madre era la trabajadora de la funeraria del pueblo, siempre estaba ocupada intentando ganar dinero, llevando a Noelia a trabajar con ella en casi todas las iglesias.
La familia Cordero envió a alguien especialmente para solicitar sus servicios.
Pero esa vez, Noelia no quiso ir.
Apenas entró, vio a un hombre sentado en una silla de mimbre, mirándola de una manera tan sensual y seductora.
Lo presentaron como Honorato, el mayor de los jóvenes de la familia Cordero, a quien todos llamaban señor Honorato.
Era pleno verano y Noelia llevaba puesta una camiseta de manga corta y delgada; sus senos en desarrollo eran ya bastante notables.
Honorato, con la cabeza rapada, la miró cerrando los ojos con una sonrisa malvada en su cara: —Noelia, ¿cierto o me equivoco quizás? Eres muy bonita.
Noelia se sintió intimidada por su mirada que contenía intenciones lascivas y respondió de manera débil con un "Si".
Después de que la gente de la familia Cordero se fue, ella buscó una excusa para no regresar, pero Maite, sosteniendo una cantidad numerosa de billetes, la regañó en un tono de voz alta.
—Si tú no lo haces, ¿esperas que tu difunto padre o tu hermano pequeño lo hagan?
En ese preciso momento, su padre había muerto por una enfermedad extraña y su hermano todavía era un bebé; la vida era bastante difícil y solo ella podía ayudar.
Al inicio del otoño, el viejo moribundo falleció justo al cumplir cien años, y la familia Cordero celebró un funeral lleno de vida.
Este tipo de funerales también eran una ocasión perfecta para celebrar.
Había mucha gente de la familia Cordero presente para rendir homenaje. Maite estaba ocupada en el vestuario, y Noelia encendía velas al lado de ella.
Era una tarde completamente nublada; el cielo estaba oscuro y el viento hacía que las velas ardieran con más fuerza.
Noelia estaba asustada, temiendo que se incendiara todo, y fue a buscar algo para apagar el fuego.
Había poca gente en el patio, y justo cuando Noelia giró en una esquina, alguien la agarró por detrás, tapándole la boca y arrastrándola directamente hacia una habitación trasera de la residencia.
Fue arrojada al suelo; solo escuchó la puerta cerrarse, y Honorato se lanzó sobre ella, intentando bajarle los pantalones.
Temiendo a que gritara, Honorato la trato de ahogar cubriéndole la boca con fuerza mientras gritaba: —Noelia, eres tan guapa.
Noelia, aterrorizada, agarró un objeto al azar y lo lanzó a la cara de Honorato sin mirar, aprovechando así la oportunidad para correr hacia afuera.
Pero alguien la vio.
Una mujer que trabajaba en ese lugar era bien sabuesa en estos temas : —¿Qué pasa, por qué están rotos tus pantalones?
Inmediatamente después, se escucharon unos gritos de Honorato, y todos miraron hacia donde él corría con los pantalones bajados.
Así, el funeral alegre que había organizado la familia Cordero se convirtio en un completo desastre, y todos los vecinos fueron testigos.
En menos de una noche, la noticia de la pérdida de la inocencia de Noelia se esparció por todas partes.
Maite estaba completamente furiosa, diciendo que Noelia ya no valía la pena, pero nadie le creyó, sin importar cómo lo explicara.
Desesperada, Maite encontró una manera: atrajo a un grupo de periodistas.
Luego, se arrodilló con algunas pancartas frente a la casa de los Cordero, exigiendo que la familia Cordero se hiciera responsable de todo lo sucedido.
Pero solo después del incidente se supo que la familia Cordero había traído a Honorato de vuelta específicamente porque había causado problemas en el extranjero.
Había agredido sexualmente a una empleada de su empresa, y su familia había gastado mucho dinero para solucionar el asunto con la policía.
Pensaron que cambiaría y recapacitaría estando afuera, pero resultó ser un delincuente habitual.
Todo fue resultado de la niñez y el favoritismo de su abuelo, don Tomás.
Don Tomás, furioso al declarar que esta era una completa vergüenza para la familia, mandó a llamar a Honorato, solo para descubrir que había huido durante la noche con sus pertenencias en la mano.
No se le volvió a ver jamás.
Honorato había dañado repetidamente la reputación de la familia, causando así que las acciones del Grupo Cordero cayeran sorprendentemente, y don Tomás casi murió de la ira que lo atormentaba.
Quiso resolverlo con dinero, pero Maite no era tan fácil de calmar y exigió que un miembro de la familia Cordero se casara con Noelia.
En esos tiempos, un pequeño beneficio no era lo suficiente.
Noelia intentó suicidarse una vez.
Pero no tuvo éxito alguno.
Justo cuando estaba colgada de la viga de un poste de un complejo residencial, alguien entró por la ventana y la bajó, sujetándola por la cintura.
Noelia apenas podía respirar cuando el recién llegado se presentó: —Hola, soy Antonio, tu hombre.
Asustada, ella corrió directamente hacia la puerta, solo para reencontrarse con una Maite muy feliz y con algunos de los miembros de la familia Cordero que habían llegado a su casa.
Ellos habían traído regalos para comprometerse con ella.
Pero no era con Honorato con quien se había comprometido, sino era con el joven recién llegado, Antonio.
Don Tomás explicó que Honorato era demasiado mayor y que Antonio y Noelia, siendo de edades similares, eran los más adecuados para cultivar un gran afecto.
Noelia encontraba todo esto muy extraño e insistió en que podía hacerse un examen ginecológico, pero Maite la confrontó públicamente, tirando de su pantalón.
—Entonces dime, si no has tenido tu período, ¿de quien son esas manchas de sangre en tu ropa interior?
Noelia no pudo explicarlo con detalle.
El asunto se resolvió precipitadamente.
El precio para calmar la opinión pública fue que Maite obligara a Noelia a admitir públicamente que ella había seducido a Honorato.
Y Maite, abrazando a su hijo, se mudó a Casa de los Cordero, disfrutando de una vida reconfortante.
Desde ese día, la mirada de las personas del pueblo hacia Noelia cambió de inmediato.
Cuando se mencionaba a Honorato, Noelia palidecía y respondía instintivamente: —¿Cómo no vas a saber si tuvo relaciones sexuales conmigo o no?
Antonio, acostumbrado a levantar una ceja, la miraba de reojo y decía de manera indiferente: —Y entonces.
Noelia se quedaba paralizada al escucharlo, mirando el desprecio en el rostro de Antonio, sintiendo cómo su corazón se sumergía en el llanto y la tristeza.
Parecía decir, en estos tiempos, reparar un himen no es difícil.