Capítulo 48
Observando al hombre que la regañaba con severidad, Ana recordó de repente la grabación que Belén le había entregado.
Comprimió ligeramente sus labios, como aferrándose a una última esperanza, y dijo: —Carlos, ¿es que acaso te gusta Belén?
Carlos frunció el ceño y exclamó con voz áspera: —Deja de imaginar cosas todo el tiempo, quédate en casa y ten a nuestro hijo, ¡y deja de causar problemas!
¿Tener un hijo? Ana estalló en una carcajada, sus lágrimas brotaron mientras gritaba:
—¡Carlos! Dime la verdad, ¿te casaste conmigo solo por el bebé que espero? ¡Nunca has dejado de pensar en Belén! ¡La persona que realmente quieres es esa despreciable Belén!
Carlos, al ver el rostro lloroso de Ana, no mostró compasión, sino impaciencia, y dijo: —¡Estás loca! Si no quieres quedarte en Casa Fernández, entonces vete, estoy harto de tus constantes dramas y quejas.
Las lágrimas de Ana cayeron más intensamente, mordiéndose el labio en un gesto de profundo dolor.
Había sido insultada en línea, y en lu
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