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Capítulo 3

"Señorita, ¿a quién busca? ¿Tiene una cita?". Jenna acababa de llegar a la recepción cuando la secretaría de Hansen le preguntó con frialdad y arrogancia. Jenna se sintió triste. Después de estar casada con Hansen durante algunos años, nadie sabía que ella había sido la esposa del presidente de la empresa y nadie la reconocía. Lo que es más, ella nunca había pisado ese lugar y hoy, estaba allí solo para recoger el certificado de divorcio. "Hansen, me invitó". La voz de Jenna era fría. Todos intimidaban a los débiles y temían a los fuertes. Esto resultó ser cierto, cuando la secretaria escuchó el nombre de Hansen, se apresuró a descolgar el teléfono. "Señorita, por favor pase". Pronto, la secretaria sonrió y le hizo un gesto cortés con la mano. Jenna pasó junto a ella y se dirigió directamente a la oficina de Hansen. Dentro de la lujosa oficina, las ventanas eran brillantes y las mesas estaban limpias. El sitio era muy singular. Hansen era un hombre de muy buen gusto. Su vida siempre había sido distinguida y refinada. Aunque el decorado de la oficina era lujoso, pero no era vulgar. El amplio escritorio rojo estaba a un lado. En el sofá de piel color beige, Hansen se encontraba sentado y sobre su muslo estaba sentada Aria Mcadams. Ella con su figura delicada, tenía sus manos alrededor del cuello de Hansen, y estaba recargada en el pecho ancho de él. Los dos se besaban apasionadamente. Jenna estaba muy sorprendida, estaba temblando. Resultó que la razón por la que le pidió especialmente que fuera a la oficina para obtener el certificado de divorcio era solo para humillarla. Sintiéndose adolorida e incómoda en su interior, se dio la vuelta y estaba a punto de irse. "Detente", Hansen le gritó con frialdad. Aunque besaba a Aria como si no hubiera nadie más, ya había visto a Jenna. A Jenna le dolía el corazón y sentía sus pies tan pesados que no podía dar un paso. “Cariño, sal un momento". Hanse finalmente terminó el beso ardiente. Su largo brazo cayó sobre la cintura de Aria, y su gran mano se movió con inquietud. "¿Por qué cariño?". Aria se portó bien, fue amable, hacía gestos y actuaba de forma linda. "Obedéceme". Hansen frunció el ceño levemente y dijo en un tono más frío: "Tengo algo que hacer. Te llevaré los regalos de tu padre más tarde". "¿De verdad?". Aria abrió mucho sus ojos y estaba muy emocionada. Como estaba muy alegre se puso de pie obedientemente. No podía creer que Hansen estuviera de acuerdo en reunirse con su padre. Esto significaba que accedía a casarse con ella. Las hermosas mejillas de Aria se sonrojaron de felicidad. Sus ojos estaban radiantes. Finalmente, había llegado el día. Hansen sonrió un poco, pero sus ojos se volvieron hacia Jenna. El corazón de Aria estaba lleno de miel y se marchó satisfecha. Cuando al pasar junto a Jenna, levantó la cabeza y le miró con desprecio. Pronto, sólo quedaron los dos en la oficina. Jenna tenía el corazón abatido por la decepción. La fuerte fragancia de Aria persistía, como si fuera un recordatorio de lo que había sucedido. Jenna estaba muy incómoda y se sintió un poco mareada. "¿Dónde está el certificado?". Se calmó y extendió la mano. ¡Ella solo quería que esa situación terminara lo antes posible para evitar ser humillada! No quería pasar un minuto más aquí. "¡No te preocupes!". Hansen sonrió con malicia y se levantó elegantemente del sofá, acercándose lentamente a ella. Su apuesto rostro demostraba ironía y le preguntó "Tienes tanta prisa por divorciarte. ¿Ya has encontrado un amante?". Jenna estaba muy enojada pero no lo demostró, así que sonrió dulcemente. Al ver la pequeña sonrisa en su boca, le entraron ganas de abofetear a él. Fue él quien le estuvo pidiendo el divorcio todo el tiempo, pero ahora resultó que ella era quien que le urgía. "Sr. Richards, ya no somos familia. Por favor, respétame". Ella estaba mostrando indiferencia. Sus ojos estaban tan fríos como el hielo y su voz era firme. Esta era la primera vez en todos los años que estuvieron juntos, que ella le hablaba así. Hansen se sorprendió por un momento y su mirada se apagó. ¿Cómo se atrevía Jenna a hablarle así? Pero pronto se dio cuenta de que ya se habían divorciado. Se le hizo un nudo en la garganta y le había golpeado fuerte el corazón. Él la miró con ojos ardientes, recordando la noche anterior, y en sus labios apareció una pequeña sonrisa. "¿Por qué no te acuestas conmigo de nuevo esta noche? ¿Cuánto dinero necesitas? Te complaceré". Su majestuoso cuerpo se acercaba cada vez más y más. Sujetó su delicada barbilla con los dedos mientras sonreía con malicia. "¡No necesito nada!". Jenna se movió ágilmente y evitó que la tocara. Su rostro se puso completamente pálido. Su cuerpo entero temblaba mientras le decía en tono áspero, "Dame el certificado". Maldita sea, incluso aunque ya estuvieran divorciados, él no se olvidaría de humillarla. ¡Enamorarse de él fue el error más grande que pudo haber cometido en la vida! La delicada mujer frente a él lo evitaba como si estuviera evitando la mala suerte, lo que hizo que Hansen se sintiera muy incómodo. Siempre había sido una mujer la que tomaba la iniciativa de coquetear con él. Pero en el caso de Jenna que por lo general se veía frágil y débil, nunca tomó la iniciativa en buscarlo, siempre estaba calmada e indiferente, lo que a él lo irritaba. Caminó lentamente hacia el escritorio, tomó el certificado de divorcio que había preparado y se lo entregó a Jenna. Le dijo con frialdad: "Recuerda, si le dices a la abuela que nos hemos divorciado, no te perdonaré. Ya sabes de lo que soy capaz". ¿Estaba amenazado? Jenna se acordó que la Abuela era la persona más respetada por Hansen. En aquel tiempo, su abuela le ordenó que se casara con ella. Se dio la vuelta y parpadeó con sus ojos radiantes, que mostraban determinación. Ella sonrió con calma y levantó las cejas, diciendo: "Sr. Richards, piensa demasiado en sí mismo. De ahora en adelante, seremos simples desconocidos. No interferirá en su vida". Ella extendió la mano para tomar el certificado de divorcio que él sostenía, se dio la vuelta y se fue, dándole la espalda a él. Tan pronto como se cerró la puerta del ascensor, el disfraz de Jenna desapareció. Estaba tan triste que no podía mantenerse en pie. Se arrodilló y cubrió su cara con las manos mientras sus lágrimas brotaban. Su corazón aun sentía dolor. "¡Si no te rindes al destino, tendrás que enfrentarte a la adversidad". Las palabras de Javon resonaban en sus oídos. Jenna recuperó gradualmente la conciencia del dolor en su corazón. La puerta del ascensor se abrió y le deslumbró la luz. De pronto apareció como un relámpago una figura alta que le resultaba familiar. El olor de un hombre rodeaba el ascensor estrecho. Ella levantó la cabeza y sintió pánico, pues el rostro apuesto y duro de Hansen apareció frente a ella. Después de un momento de conmoción, Jenna intentó huir a toda prisa, pero la mano grande y poderosa de Hansen con rapidez la tomó del brazo. Jenna era muy delgada, él sintió como si fuera a romperse tan pronto como se le tiró de los brazos. De inmediato disminuyó la fuerza de su mano e inconscientemente la apretó contra su pecho. Sus respiraciones estaban entrelazadas y él podía oler su fragancia única. Vaciló, pero todavía había un rastro de rabia en su corazón. Ella era una mujer tan frágil, ¡pero era más orgullosa y fría que cualquier otra persona! "En un mes y medio la Abuela cumplirá noventa años. Supongo que desearía verte. Espero que puedas venir". Hansen dudó y su tono fue un poco duro. ¿Le estaba pidiendo ayuda? Hansen no sabía cómo es que Jenna se había ganado el corazón de su abuela. Ese día por la mañana, su abuela le había dicho que quería ver a Jenna en su fiesta de cumpleaños. Respetaba mucho a su abuela y no quería ir en contra de su voluntad. Después de todo, ella ya tenía 90 años. Así que él le pidió deliberadamente que fuera a recoger el certificado de divorcio. Y ahora le estaba rogando pues no podía obligarla porque ya se habían divorciado. "Por favor, suéltame." Jenna frunció el ceño y volteó la cara para evitar su respiración tanto como fuera posible. Ella se sintió triste. Ellos habían estado casados durante tantos años, y él nunca había mostrado tanto interés por acercarse a ella. Ahora estaban divorciados, pero le estaba rogando por su abuela. Jenna dijo: "Deberías llevar a Aria. De todos modos, la verdad saldrá a la luz". El hermoso rostro de Jenna estaba pálido y en sus ojos fríos se veía desesperación. La manera en que lo dijo fue indiferente y decisiva. Ella estaba muy triste y desesperada. En el momento en que se abrió la puerta del ascensor, Hansen vio a una frágil y triste Jenna. A lo largo de los años, la trató como a basura y nunca le prestó atención. Pero en ese momento, podía sentir su tristeza. Soltó su mano inconscientemente y dio un paso atrás. Jenna escapó, se tambaleó y parecía que se caería en cualquier momento. Hansen repentinamente se preocupó. "¿Le pasaba algo a ella?". "¡Te lo mereces, Jenna Murphy! Te mereces sentirte triste". Entonces, el repentino odio que brotaba de su corazón cubrió la preocupación inexplicable.

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